Con las reformas legislativas al Código Electoral y a las Disposiciones para la Postulación de Candidaturas No Partidarias del pasado 10 de abril, ese Órgano ha enviado torpes, desesperadas y equivocadas señales con el fin de poner piedras al camino de los candidatos No Partidarios, en su derecho de participar en el 2021 en condiciones de equidad electoral.

Primero, prohibiendo que los no partidarios compartan firmas para inscribirse como candidatos ante el TSE. Un ciudadano respaldante solo podrá decantarse por una única candidatura no partidaria, por nadie más. Eso contradice la resolución de la Sala de lo Constitucional: un ciudadano puede respaldar a cuanto partido político quiera.

Segundo, prohibiendo que a los no partidarios se les sumen los votos para ganar una curul. Con esto, la Asamblea soslaya el criterio jurisprudencial de la Sala, cuya intencionalidad es equiparar las condiciones en el conteo de votos de los candidatos de los partidos políticos como de los candidatos no partidarios.

Son actos desesperados. Los partidos tradicionales han entrado en pánico ante los contundentes resultados electorales del 3F. La gente los rechazó, no se siente representada por ellos y dinamitó el mito de su poder territorial. La infeliz actuación de la Asamblea provocará más rechazo y seguramente cambiará la correlación de fuerzas legislativas y municipales en el 2021.

Nuestros diputados no entendieron que la forma de hacer política cambió para siempre. A mayores torpezas legislativas, mayor será el desprecio hacia quienes –con sus erráticas actuaciones– piden a gritos un nuevo sacudón. El magistrado Miguel Ángel Cardoza, del TSE, lo dice mejor: “Es claro que la Asamblea no quiere apoyar a los no partidarios” (DEM/17-04-2019).

Previendo que esa tendencia será irreversible (agravada por las disputas internas de poder dentro de las dos extremas políticas) y se replicará en las elecciones legislativas y municipales del 2021, buscaron cortar de tajo la participación de la sociedad civil por medio de nuevos candidatos no partidarios, en quienes se percibe un vehemente deseo de participar en política para desplazar a los políticos tradicionales, cuyas rancias cúpulas partidarias van en decadencia por la falta de ética, calidad y profesionalismo en las decisiones parlamentarias. Justo es reconocer que hay honrosas excepciones dentro de la Asamblea.

Por mi formación académica y el conocimiento que me brinda respecto a la génesis y funcionamiento de los partidos (legítimos interlocutores entre la sociedad política y la sociedad civil) soy quizás el más interesados en que éstos se modernicen, se reconecten con la sociedad y rescaten sus idearios. Infortunadamente, al no ocurrir eso, los partidos han caído en los altísimos niveles de desprestigio que hoy tienen. Así, de repente, reporteros, locutores radiales, conductores de entrevistas televisivas, presentadoras de programas con pluralidad de contenidos y hasta empresarios de autobuses, alcanzan una curul debido simplemente a que son “rostros conocidos”.

Otros, más habilidosos, que saben interpretar las estadísticas electorales, permanecen por años en la Asamblea Legislativa porque trabajan de la mano con alcaldes de municipios ganadores, cuyos votantes les aseguran aquella permanencia. Pero hoy en día la gente se cansó de ellos. El castigo electoral será inexorable.

Bukele y Ulloa tendrán que trabajar coordinadamente –al menos hasta el 2021– con la actual Asamblea Legislativa. Pero si ésta sigue dando señales equivocadas en temas de país, lo único que harán es facilitar una arrolladora victoria legislativa y municipal, no solo para los candidatos no partidarios que surgirán, sino para los nuevos partidos que configurarán el esperado relevo generacional.

Los tiempos de derechas e izquierdas pasaron. El tiempo que vivimos le pertenece a quienes tienen la capacidad de innovar, generar condiciones de seguridad física y jurídica, atraer capitales e inversionistas; de ninguna manera, a quienes insisten neciamente en ahuyentar esos capitales, esas inversiones, que tanto necesitamos. Los partidos tradicionales tienen dos opciones: renovar su pensamiento y adaptarse, o caminar en dirección a su muerte súbita en el 2021.