Al inicio de esta semana, escribió en mi muro de Facebook, un joven que me reservaré el nombre para resguardad su identidad y no haya represalias por parte del docente, el texto en su conjunto es largo, así que pondré una fracción de ello, literalmente dice así: “¿Humanos, maestros o verdugos? Con el dolor de mi alma durante esta pandemia que nos tiene encerrados a todos he tenido que ver episodios fatales, hasta dónde puede llegar el egoísmo y la maldad de un ser humano, quien por su vocación profesional debería de ser empático con sus semejantes, especialmente con sus alumnos.

Debido al distanciamiento social para hacer menos drástica la pandemia del Covid-19, muchos de los que estamos estudiando en la universidad hemos tenido que quedarnos en casa y cursar las materias de forma virtual a través de las plataformas que para tal efecto habilitan las universidades, algunos maestros que si son humanos y comprenden la situación habilitan otras modalidades con el fin de ponérsela menos difícil al alumno, incluso trabajos hechos a mano y luego enviados a través de fotografías.

Ante esta emergencia los catedráticos deben tomar en cuenta una seria de factores, primero, no todos los estudiantes, tienen la dicha de tener acceso a una computadora, tablet o celular, a veces ni siquiera al internet, pues no se debe olvidar que somos un país tercermundista donde la situación económica aún es abrumante para muchas familias por más que las encuestas y estadísticas manipuladas digan lo contrario, muchos alumnos vivimos en zonas rurales donde la tecnología aún abruma por exagerado que esto parezca.

En razón de ello, no podemos aproximarnos a la ciudad en la búsqueda de un ciber, con el agravante de la cuarentena, pues si la Policía o el Ejército, te avanzan en un día que no es el que te corresponde salir conforme al DUI, ¡Dios que te socorra! Aún así y otros inconvenientes más. Este fin de semana (9 de mayo) para ser exacto, un alumno de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional de El Salvador, después de haberse preparado arduamente durante cinco días y noches para un parcial en medio de un volcán de material.

Finalmente se llegó la hora descargó el test de su examen y comenzó a resolverlo después de realizar semejante hazaña porque eso son esos exámenes de la UES una verdadera hazaña, faltaban 20 minutos para que la plataforma se le cerrara justamente en ese momento se da cuenta que el internet estaba lento y por lo extenso del examen no lograba enviarlo en el tiempo estipulado el cual no era mucho por cierto para el tipo de masacre, lo cual le tardó cómo 20 minutos más, al recibirlo la eminente e inhumana licenciada le contestó lo siguiente:

Lo siento usted no envió el examen en el tiempo estipulado por lo tanto no se lo voy a calificar sin importarle todo el esfuerzo extra humano que aquel estudiante había realizado, el Ministerio de Educación debería poner cartas en el asunto para no castigar de esta manera a tanto estudiante que por maestros como este han tenido que retirar su ciclo escolar….” Aunque esta denuncia es una de miles que hay en El Salvador, solo es un reflejo de lo deteriorado que esta el sistema educativo, y la mala comprensión del Proceso de Enseñanza Aprendizaje

En consecuencia, el sistema educativo debe dar un giro de 180 grados, cuyo enfoque sea premiar el talento y la creatividad por encima de la memoria y repetición, de manera que se deberá conducir a ciertos docentes por el sendero de la empatía, ya que el conocimiento no viene necesariamente del docente, cómo se ha hecho creer, el conocimiento se construye en las aulas con los docentes, de manera que el rol del profesor, es; moderar, facilitar, corregir, aprender, orientar y encausar el conocimiento.

La enseñanza basada en “Yo tengo la razón porque soy el docente y acá yo mando” está muy distante de la “era del conocimiento en la que vivimos” donde los discentes son más doctos que algunos profesores, en; el uso de la tecnología, elaboración de presentaciones, investigación en el internet, es decir el discente tienen mucha más información que la generación que aprendimos en una biblioteca. Humildad y empatía, clave para la enseñanza.