El discurso que la adolescente Greta Thunberg dirigió a su audiencia, durante la pasada Conferencia de la ONU sobre cambio climático, se basó en dos reclamos importantes para la joven de apenas 16 años: uno sobre la responsabilidad de los líderes en los daños ambientales al planeta, y otro, por haber estos provocado con sus omisiones la pérdida de una parte de su infancia, al tener que dedicarse al activismo político a tan corta edad.

Esto es lo que define al nuevo discurso público y a su uso como espacio de opinión y de reivindicación: que al fin dejó de ignorar las condiciones personales del interlocutor que lo sostiene y expresa.

Y es que durante mucho tiempo, la existencia de una frontera entre la vida personal, el discurso público y la acción reivindicativa, constituía una garantía de seguridad para la existencia e intimidad de todos, creándose límites generalmente invisibles en los que podían alojarse, por separado, desde los roles de género, hasta la edad y otras características personales que también condicionan y definen el tipo de interacción humana dentro de los grupos y familias.

Estas barreras parecen estarse derrumbando en forma acelerada. La semana pasada, por ejemplo, vimos a la esposa del presidente de la República asistir a una reunión en el seno de la ONU, llevando en brazos a su hija de pocas semanas de nacida.

Simultáneamente, pero a miles de kilómetros de Nueva York, la familia real británica llevó a uno de sus herederos, de apenas meses de edad, a su primera gira por África, y en México, también, a inicios del presente año, se generó toda una polémica por la decisión de la senadora Martha Márquez, de asistir a un debate con su bebé en brazos, igual que ocurrió al presidente del Parlamento de Nueva Zelanda, hace apenas dos meses, cuando acunó y alimento al bebé de unos de sus colegas, dentro del mismo recinto oficial donde ambos cumplen sus funciones.

Todos estos ejemplos, que además no son los únicos, han tenido como protagonistas en la mayoría de casos a las mujeres y a sus hijos recién nacidos, enviando un mensaje de reivindicación y de sensibilización a un mundo que parece olvidar que la mayoría de actoras políticas, o de mujeres vinculadas a los círculos de poder, deben enfrentar a diario la disyuntiva de desenvolverse profesionalmente o de abandonar sus proyectos personales para asumir en exclusiva, las tareas de crianza y cuidado, que debería ser también la preocupación de su familia entera, especialmente de la pareja.

Por otra parte, la exhibición de una “maternidad activa” en un espacio destinado al debate de alto nivel, constituye un recordatorio de que las políticas públicas que se discutan y aprueben, deberían tener siempre en cuenta la existencia de la maternidad, la edad, el sexo, y los roles de género, que se encomienda o incluso se imponen a los seres humanos, particularmente a las mujeres, sin importar su origen y condición

Ya no va a ser posible, y mucho menos deseable, que hombres y mujeres actúen en la vida pública como si el resto de sus responsabilidades como parte de la comunidad y de la familia a la que pertenecen, pudiera ser cómoda y legítimamente delegada en otros, u ocultada como si no fueran factores que también pueden y deben ser valorados por los electores.

Recuérdese que desempeñar funciones públicas implica, como ya lo ha reconocido la Sala de lo Constitucional, el sometimiento de los titulares de estas a un mayor nivel de escrutinio público, que de hecho supera muchas veces el mínimo grado de intimidad del que es titular un ciudadano anónimo y particular, con menos responsabilidades, pero también con menos privilegios que nuestros funcionarios.

Por lo tanto, ahora se demanda a los políticos que cuando tienen hijos sean también capaces de desempeñarse como buenos padres y madres, ya que esto es tan importante, como el papel que cumplen con su comunidad, su iglesia y el medio ambiente que les rodea, por citar sólo algunos ejemplos.

Se necesita entonces de verdadera coherencia en el decir y el pensar de aquellos a los que se les encomienda los recursos y el poder estatal, de manera que la bondad de contar con funcionarios públicos probos y honestos, comience por casa...literalmente.