Un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) publicado la semana pasada advierte que en 2019, El Salvador no logró superar su racha de baja captación de capitales externos y solo recibió el 5.8 % de la inversión extranjera directa (IED) destinada para Centroamérica, en un ranking en el que solo superamos a Nicaragua.

Ha sido una carga terrible para El Salvador -durante las últimas dos décadas- la baja inversión extranjera que se capta, evidentemente este es un problema de las ventajas comparativas del país y el clima de inestabilidad que hemos sufrido. Cada vez que un gobernante o un político hace una declaración irresponsable que afecta la seguridad jurídica o el clima de negocios del país, el país se vuelve menos atractivo.

Es irónico que en las últimas dos décadas, la inversión extranjera directa hacia América Latina y el Caribe aumentó seis veces, mientras que El Salvador sigue teniendo problemas para captarla.

La certidumbre es fundamental, las reglas claras, un clima de negocios donde la seguridad jurídica no esté en entredicho jamás, donde la democracia y el estado de derecho se respeten, son esenciales para que cualquier empresa extranjera considere a un país como destino de sus inversiones, o para que cualquier gobierno extranjero recomiende o no a sus empresas invertir en un determinado país.

La relación entre Gobierno y empresa privada también debe ser armoniosa para que el inversionista local pueda ser el mejor embajador del país en lo que al clima de negocios respecta. Son consideraciones sensatas que un gobierno debe tener.