Es más una relación entre padre e hijo que entre entrenador y jugador. Muchas voces se alzaban en contra de su llegada, pero Carlo Ancelotti estaba seguro de que la aventura iba a salir bien. Solo le pidió que llegara en forma, dispuesto a jugar desde el primer día. Y James Rodríguez llegó como nunca y, lo que es más importante, con ganas de comerse el mundo, empezando por la Premier League y siguiendo con Colombia, su selección a la que ha regresado estos días.

Técnico y jugador se entienden, se aprecian y disfrutan juntos.

Ancelotti sabía el jugador que se llevaba al Everton, uno capaz de marcar la diferencia y por ello llevó la situación al límite hasta que consiguió que Real Madrid y el equipo inglés cerraran un acuerdo. Del resto se encargaría él, tal y como dijo a todos y aquellos que se le acercaron para decirle que James era irrecuperable para el fútbol de élite.

El italiano sabe de fútbol y también sabe llegar a los jugadores. Por eso, los Modric, Cristiano Ronaldo, Beckham, Sergio Ramos y otros muchos siguen teniendo contacto con el entrenador que a todos ellos los llevó al éxito profesional.

A diferencia de cuando el técnico italiano se llevó al colombiano al Bayern, el entorno es mucho menos agresivo al que se encontró en Múnich. Allí llegó para ser uno más en un equipo plagado de vacas sagradas que terminaron con el entrenador y con el propio James. Ancelotti pidió la salida de determinados jugadores, especialmente Robben y Ribery, pero dieron la espalda a la petición del técnico. Curiosamente, un año después adoptaron las medidas para cambiar la cara al Bayern hasta lo sucedido el verano pasado.

Ancelotti y James apenas coincidieron dos meses en Alemania. Fueron una tortura. Ahora todo es diferente. El italiano ha blindado a James, fabricando un equipo para que el mediapunta se sienta cómodo, liberado para poner sobre el verde esa calidad que tiene por arrobas y que no siempre ha conseguido enseñar por muchas y diversas circunstancias.

James llegó a Liverpool sabiendo que iba a ser importante, pero se ha encontrado un entorno poco menos que idílico, con un equipo capaz de hacer grandes cosas, un entrenador que ha sabido ganarse a todos y unos resultados que acompañan, siendo su participación fundamental para ese pleno de victorias logradas hasta el momento. Ancelotti le da cariño, pero le exige compromiso.

Los fichajes de Allan y Dacoure permiten a James vivir más tranquilo, al margen de que el ex del Real Madrid esté ofreciendo más trabajo que nunca. Además, la presencia de Richarlison y Calvert-Lewin garantiza que esa visión de juego y el toque de balón de James, sean correspondidos. El factor disparo a larga distancia, gracias a ese guante que tiene en el pie izquierdo, es otro de los avales del mediapunta.

James es feliz. Ancelotti, también y la consecuencia es ver al Everton en lo más alto de la Premier League y ofreciendo un fútbol que invita a pensar en cotas no recordadas por el río Mersey.