Siempre he pensando y escrito sobre mi admiración a la democracia estadounidense, con todo y sus defectos. Lo ocurrido la semana pasada nos dejó un ejemplo de una de las democracias más sólidas del mundo, con una fortaleza institucional admirable y una tradición impresionante.

Joe Biden será el próximo presidente de los Estados Unidos y muy seguramente veremos muchos cambios en el mundo. Donald Trump se había vuelto el “bully” de la clase, el niño de los berrinches y pataletas que cree que por tener dinero puede atropellar a todos con sus caprichos. Los estadounidenses se cansaron de eso y ya vimos el resultado. En el mundo entero también se observaba con mucho cuidado al respecto. Las relaciones internacionales se habían vuelto caóticas con un presidente estadounidense que hablaba mal de sus aliados históricos y disfrutaba reuniones con el dictador norcoreano.

Pero lo más indignante para mí fue la manera cómo nos trató a sus vecinos latinoamericanos, a nuestros migrantes, a nuestros niños que fueron separados despiadadamente de sus padres. Eso es algo imperdonable que esperemos que Biden lo sepa remediar. Ojalá que su promesa de legalizar a los indocumentados realmente se concrete y termine la zozobra para nuestros migrantes. Habrá que esperar.

Muchos ejemplos quedan de lo sucedido en Estados Unidos en los últimos años. Es el fin del telepopulismo y probablemente la recuperación de rumbo para tomarse en serio un país.