La academia y la ciencia no siempre son muy bien acompañadas del poder establecido. Como tampoco la búsqueda del poder no siempre se hace acompañar de la justicia. Es preferible ser justo que ser poderoso. Y no, ser poderoso, pero sin ejercer imparcialidad. Pero la lucha por la justicia es una forma de lucha por poder.

Como se dice no todo lo legal es justo, puede ser “legal” pero no justo. Ya se ha dicho que a los pobres se les aplica la ley y a los ricos “se les interpreta”

Nos preocupamos por hacer mejores leyes, pero no por educar para desarrollar una cultura de valores. No creo que el problema nazca por las leyes, sino que porque no se practican. Ergo: ha estado fallando el factor humano.

Observemos las relaciones entre política y técnica. Constatamos que muchos ocupan cargos en el sistema judicial por ser “excelentes técnicos” (se dice), no son públicamente reconocidos como profesionales en ese juego por el poder. Es imperioso que quienes entran a ocupar cargos, deben tener también una buena formación técnica y los “técnicos” instrucción en política. Es cuestión de trabajar en coordinación en función de objetivos institucionales, con roles diferentes.

Es común encontrar conflictos entre técnicos y políticos. Aquellos que se dicen que son técnicos realmente actúan como políticos, más aún: responden a grupos de poder, no a intenciones de justicia social.

Sería muy lamentable que las decisiones queden únicamente en manos de técnicos o bien, en las de funcionarios respondiendo a sus tutores. Es lo que ha estado sucediendo en nuestra historia.

Se suele decir que “en política”, puede suceder cualquier cosa. Pero, la política es una expresión humana, algo mucho más complejo de operar. Precisamente la cultura democrática surge para evitar el desborde de las pasiones humanas, por ejemplo: envidia, odio, ambición por el dinero.

Si supiéramos cuales son las características de un político (a), pudiéramos saber de antemano si conviene para la construcción de un proyecto democratizador.

Y, según Albert Einstein, los vicios humanos no se resuelven sin más con la educación porque en la escuela no se aborda a fondo el problema de las pasiones.

Vicios como la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, el orgullo, la pereza y la envidia, son pasiones no recomendables para un Estado de Derecho. De eso se deriva la corrupción y el poder sin justicia.

Gozo por la cantidad de juventud que se ha involucrado en el gobierno bajo el liderazgo de Nayib Bukele. No dudo que son juventudes con muy buena voluntad de hacer cambios estructurales y que también están preparadas académica, técnicamente y con ética. Pero, es importante señalar que también es apropiado añadir la perspectiva histórica del país y del mundo. Entre estos factores, en mi sentir, el más importante es la voluntad.

Es necesario saber qué es lo que nos proponemos alcanzar en el plazo de un periodo definido. Al final del ciclo, no se trata, como se acostumbra, de presentar una larga lista de “actividades”, pero sin “resultados”. Y al mismo tiempo prever la solución de continuidad con las que se debe enlazar el siguiente periodo de gobierno.

El Jefe de Estado y sus funcionarios deben de ejercer control sobre sus subordinados. Pepe Mujica, dice que el poder no es que cambie a las personas, sino que las hace que actúen como realmente son. Napoleón Bonaparte, héroe de epopeya, ya siendo general y haber obtenido victorias quizás inimaginables en y fuera de Europa, a sus 30 años de edad dio el golpe de Brumario y luego instauró primero el Consulado y después el Imperio, que el encabezó como Primer Cónsul y luego Emperador de Francia. Existen más casos de cómo jóvenes han marcado trascendentes acontecimientos en la historia universal.