El rol biológico del RNA mensajero es transferir información genética del núcleo de la célula hacia el citoplasma, aquí esta información es traducida para la producción de proteínas. Nuestras células son mini-fabricas de proteínas, y el buen funcionamiento de cada uno de nuestros órganos y funciones esenciales para mantenernos con vida está fundamentada en esta función de cada una de nuestras células. Katalin Karikó, bioquímica de profesión, fue despedida en 1985 del Centro de Investigación Biológica Szeged, en el sur de Hungría. Desesperada por una nueva oportunidad, decidió emigrar a los Estados Unidos, donde la universidad de Pensilvania le ofreció una plaza de profesora en la facultad de Medicina. Durante su estancia en esa universidad, la Dra. Karikó participó en un ensayo clínico en el cual pacientes con SIDA, enfermedades hematológicas y fatiga crónica fueron tratados con ADN de doble cadena. Ahí comenzó su pasión con la biología molecular, pero también sus años de frustración, noches interminables de esfuerzo, y años de continuo rechazo a sus teorías y estudios.

Durante la década de los años 90, su trabajo, que intentaba aprovechar el poder del ARNm para luchar contra las enfermedades, era demasiado exagerado para las subvenciones del gobierno, la financiación corporativa e incluso el apoyo de sus propios colegas. “Todas las noches trabajaba, proponiendo proyectos de investigación para obtener financiamiento…y siempre volvía no, no, no”. En 1995, después de seis años en la facultad de la Universidad de Pensilvania, Karikó fue degradada. Había estado en el camino de ser profesora titular, pero sin dinero para apoyar su trabajo en el ARNm, sus jefes no veían la necesidad de seguir adelante. Volvió a los niveles inferiores de la academia científica. Momentos difíciles, que la hicieron dudar de su capacidad y su ARN mensajero. Pero las complicaciones, nunca vienen solas, un susto de cáncer mas la imposibilidad de su marido para conseguir una visa para migrar a los Estados Unidos, complicaban su existencia. “Por lo general, en ese momento, la gente sólo dice adiós y se va porque es tan horrible”, dijo Karikó. “Pensé en ir a otro lugar, o en hacer otra cosa”. “También pensé que tal vez no soy lo suficientemente buena, ni lo suficientemente inteligente. Traté de imaginar: Todo está aquí, y sólo tengo que hacer mejores experimentos.” Un descubrimiento en el año 2000 en la universidad de Universidad de Tübingen, Alemania, que fortalecía la idea que el ARNm podría ser utilizado como una vacuna mínima contra las enfermedades y como una vacuna profiláctica; reabrió las puertas a Katalin, para continuar con su pasión.

Todo tenía sentido sobre el papel. En el mundo natural, el cuerpo depende de millones de pequeñas proteínas para mantenerse vivo y saludable, y utiliza el ARNm para indicar a las células qué proteínas deben fabricar. Si pudieras diseñar tu propio ARNm, podrías, en teoría, secuestrar ese proceso y crear cualquier proteína que desees - anticuerpos para vacunar contra la infección, enzimas para revertir una enfermedad rara, o agentes de crecimiento para reparar el tejido cardiaco dañado. Después de una década de prueba y error, Karikó y su colaborador de larga data en la universidad - Drew Weissman, un inmunólogo con un título médico y un doctorado de la Universidad de Boston - descubrieron un remedio para el talón de Aquiles del ARNm. Ese descubrimiento, descrito en una serie de artículos científicos a partir de 2005, pasó en gran medida desapercibido al principio, dijo Weissman, pero ofreció la absolución a los investigadores de ARNm que habían mantenido la fe durante los años de escasez de la tecnología. Y fue la pistola de arranque para el sprint de la vacuna que vendría. Los dos investigadores que después de mas de 30 años de esfuerzo, lograron que su tecnología de punta fuese la base, el fundamento de la vacuna contra el COVID-19 ahora en ensayo clínico fase 3 de las compañías Pfizer y Moderna. El fundamento de una tecnología revolucionaria, que cambiaréa la forma en que las enfermedades agudas y crónicas serán tratadas en un futuro cercano, además de darnos la vacuna que tanto necesitamos. Es indudable, Karikó será nuestro premio Nobel del 2021.