Sucesivas sequías e inviernos extremos ponen en riesgo la seguridad alimentaria del país, que junto con la violencia, constituye una de las principales causas de la migración y el consiguiente tráfico de personas. Según datos publicados por la Cámara Salvadoreña de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios, las pérdidas económicas durante los últimos cinco años superaron los $777 millones, lo que implica una disminución en la producción de granos básicos y una mayor dependencia del país en relación con los países vecinos, que siguen siendo los grandes proveedores de frijol, frutas y legumbres, base de la dieta nacional.

Si el país no protege adecuadamente sus recursos naturales, si no se ensayan métodos innovadores para el cultivo de la tierra y para generar energía limpia y accesible, las posibilidades de vida en el país y la seguridad para la convivencia colectiva disminuirán con la misma velocidad que se incrementan las pérdidas en el agro.

La creación de parques, el resguardo del bosque cafetero y otras opciones ecológicas y económicamente viables para impulsar un turismo responsable, son también alternativas que urge implementar y que fácilmente pueden impulsarse con la combinación de esfuerzos entre el sector público y privado.

Tener qué comer y dónde vivir pacíficamente, es un ideal humano.