Sabemos que la delincuencia no tiene límites, no tiene la más mínima conciencia o consideración hacia los demás. El robo perpetrado en una escuela parvularia de la colonia Montserrat de San Salvador lo demuestran. Robarse hasta el material didáctico de niños de kinder es el colmo.

Las instalaciones fueron saqueadas por sujetos que ingresaron durante el fin de semana. Los delincuentes hurtaron dinero y material didáctico. También destruyeron mobiliario y dejaron pintadas palabras obscenas en las paredes. Es la segunda vez que ingresan a robar. Pero lamentablemente no es la única escuela afectada por la criminalidad.

Hay escuelas donde se han robado el poco dinero que tienen, la comida donada para la merienda escolar y las computadoras. Cuando uno ve el recuento de cuántos centros escolares han sufrido robos o hurtos durante los últimos años, el número es inmenso.

Si a eso le suma los asaltos y extorsiones que sufren maestros y estudiantes, ir a la escuela se ha vuelto una situación de alto riesgo debido a la criminalidad que insisto, no tiene conciencia ni consideración alguna hacia nadie.

Lo triste es que semanalmente se conoce de este tipo de hechos pero rara vez escuchamos de que se capture o procese a los responsables de amenazar a una comunidad educativa o de robar en una escuela.

Las escuelas deben ser sagradas, seguras. Hace un par de décadas que las pandillas las ven como su caldo de cultivo donde se nutren del reclutamiento de jóvenes estudiantes que caen incautos en sus garras, sin saber el infierno al que se están metiendo, pero parece que ahora no les basta sino que encima, las desmantelan o las saquean perjudicando seriamente a niños y adolescentes hambrientos de saber.