La situación de Nicaragua se ha agravado acelerada y profundamente en los últimos días. La dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha encarcelado a cuatro precandidatos opositores y a varios dirigentes políticos, al mismo tiempo que asedia a una docena de periodistas críticos al regimen.

Ya no quedan palabras para describir a una dictadura que ha cruzado todos los límites en violencia política, violaciones a los derechos humanos, atropellamiento institucional e irrespeto a las más mínimas libertades individuales y públicas en una sociedad democrática, simplemente la pareja Ortega-Murillo han aplastado la democracia, han acabado con ella con el fin de perpetuarse en el poder a toda costa.

El regimen utiliza como herramientas de persecución políticas las leyes aprobadas por un parlamento que controla en su totalidad y un sistema judicial genuflexo que le sirve para todos sus despropósitos como una herramienta de persecución y condena a los opositores políticos con cargos absurdos.

Personas como Cristiana Chamorro, Arturo Cruz, Félix Maradiaga o Juan Sebastián Chamorro, los cuatro precandidatos presidenciales detenidos, son reconocidos por sus trayectorias profesionales y personales intachables. Pero eso es intolerable para el regimen de Managua que no consiente la crítica a sus desmanes.

Los Ortega Murillo han convertido a Nicaragua en su feudo y en él persiguen, atropellan, encarcelan o asesinan a sus opositores como ya se vio en las matanzas de 2018. La comunidad internacional no puede seguir solo con comunicados y tuits de condena de los que el regimen solo se ríe.