El padre Grande fue un sacerdote de origen campesino, fiel a sus orígenes y que promovió la justicia en una época en la que cualquier asomo de organización ciudadana y de reivindicación de derechos, era vista con sospecha por las autoridades militares que entonces gobernaban.
Asesinado mientras se conducía a administrar los sacramentos, Rutilio Grande murió acompañado de un anciano y de un adolescente, resumiendo en su martirio la presencia de los más vulnerables de la sociedad salvadoreña.
El anuncio del reconocimiento del Papa al sacrificio y entrega del Padre Grande, debería ser visto como una invitación a la reunificación de la sociedad salvadoreña, a la reconciliación de los que antes fueron enemigos acérrimos y a trabajar por la paz.
Como toda figura histórica, también tiene detractores y genera polémica por supuesto. Algunas voces ya critican la decisión papal.
No es posible que fuera del país se reconozca el aporte de las luchas sociales y de las víctimas que las enarbolaron, mientras que en la sociedad se niega lo ocurrido y se cuestiona la deuda moral que se tiene con todas ellas.
Esta beatificación que ahora se anuncia, debería conducir a una mayor armonía entre los salvadoreños.