La delicada construcción de un sistema de asilo y refugio en el derecho internacional tuvo una clara influencia humanista tras la debacle producida durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la persecución a minorías y a las familias migrantes se basó en la nacionalidad de éstas y en las características raciales de sus miembros. Lo que está ocurriendo en la “frontera norte” a tantos centroamericanos y personas de otros países deja a los potenciales solicitantes de asilo en una difícil situación: impedidos de regresar a sus lugares de origen, tampoco podrán ejercer este derecho humano si no demuestran que lo solicitaron antes en alguno de los países que formaron parte de su trayecto.

La medida, según el Secretario en funciones de Seguridad Nacional de los EE.UU. “reducirá la abrumadora carga en nuestro sistema causada por los solicitantes de asilo que no buscan protección urgente en el primer país disponible, migrantes económicos a los que les falta un miedo de persecución legítimo y las organizaciones criminales transnacionales y traficantes que explotan nuestro sistema en busca de ganancias…”.

No parece que se esté haciendo algo contra esas bandas a las que hace referencia, pero sí contra las víctimas de éstas que desde ahora ya no cuentan con el asilo como opción humanitaria.