Es impresionante la capacidad que tiene la clase política salvadoreña para perder el enfoque sobre sus prioridades reales aún en medio de una situación tan grave como la pandemia del coronavirus.

La confrontación política, el encaprichamiento de las partes, los intereses electoreros y la soberbia están por encima de los verdaderos intereses nacionales. Así ha sido las últimas dos décadas y continúa siéndolo, solo han cambiado los protagonistas políticos. La polarización es el deporte favorito de la clase política y le hace un profundo daño a la sociedad que se queda preguntando siempre qué oscuros intereses hay detrás.

Así como no se puede renunciar a proteger la Salud de los salvadoreños tampoco se puede renunciar al rescate progresivo de nuestra economía, golpeada por el coronavirus. Mucho menos se puede renunciar al Estado de Derecho, al equilibrio y contrapeso de poderes, a la democracia, a los derechos y a las libertades fundamentales.

Ojalá el Gobierno y la oposición entiendan que ambos deben ceder su intransigencia por el bien de El Salvador, encontrar un camino para entenderse. Ya la Iglesia Católica y la Embajada de los Estados Unidos han hecho exhortaciones. ¿Seguirán sordos ante el clamor y la necesidad de entendimientos que queremos todos los salvadoreños?