Desde el fin de la guerra civil, los salvadoreños hemos vivido en una confrontación política permanente, una polarización malsana que parece ser la prolongación de los objetivos del conflicto: acabar los unos con los otros. No hay visión de convivencia ni armonía.

Uno suponía que la derrota política de los protagonistas de esa polarización traería un clima diferente pero es evidente que no es así. La confrontación ahora no es ideológica, sino institucional, se desafía permanentemente a la Constitución y a los Órganos de Estado, y resurge un militarismo preocupante.

Es necesario hacer un alto y reflexionar seriamente sobre dónde queremos ir como país y no fijarnos solo de objetivos electorales. Los salvadoreños tenemos que cuidar la democracia y la institucionalidad que con tanta sangre costó conseguir. Hay que renunciar a la polarización como método de lucha política y buscar unificar la visión de país, sino seguiremos hundiéndonos en los problemas de nación sin posibilidad de desarrollo social y económico, siguiendo en ciclos permanentes de pobreza, crispación e incertidumbre. Es importante que la Academia, las Iglesias, las organizaciones sociales, los empresarios y otros sectores hagan propuestas con visión de país y contribuyan a evitar la ingobernabilidad en tiempos de pandemia y una crisis económica sin precedentes.