En el caso de ARENA su patrimonio apenas le alcanzaría para pagar un poco más del 5 % de la deuda que acumula hace años. En otras palabras, está en quiebra financiera.
Pero lo más preocupante para la oposición debería ser no su quiebra financiera sino su quiebra política. La credibilidad de los dos principales partidos ha sido profundamente cuestionada debido a los desmanes de sus expresidentes y a la debacle electoral sufrida en las últimas elecciones legislativas y municipales.
Toda democracia fuerte necesita oposición fuerte y ese no es el caso en El Salvador. En la Asamblea Legislativa apenas si sobresale un trío de diputados con sus críticas y opiniones, pero la escasez de propuestas es notoria. Y eso fue precisamente lo que provocó en gran medida su derrota electoral. Tanto ARENA como el FMLN vivieron confrontados buscando cómo acabar los unos a los otros sin poder articular un proyecto de nación y ya vemos los resultados que tienen hoy.
Por eso la oportunidad es para los partidos nuevos, para las formaciones que con nuevos rostros y nuevas propuestas puedan enriquecer el pluralismo político que tanto necesita la sociedad salvadoreña.