El coronavirus no tiene nada que ver con la Cuaresma que inicia desde que en las iglesias se dibuja en las frentes de los feligreses una cruz de ceniza. El COVID-19, ha sido más que cuarenta días, ha sido un asunto crucial para la humanidad, hasta al más fuerte lo ha puesto en qué pensar. Esta pandemia está haciendo que muchas personas le digan adiós a este mundo, muchas empresas quebrarán, el turismo será uno de los rubros más golpeados, las aerolíneas y empresas de transporte se verán afectadas, el deporte se ha cancelado, las iglesias transmiten la palabra de Dios a través de Facebook Live, los maestros estamos a través de plataformas virtuales enseñando a los dicentes, la gente compra impulsivamente en los supermercados, etc.

He observado a través de las redes sociales al papa Francisco caminar en las calles de Italia y, ha pedido que oremos. He observado a muchas personas animando a los demás, un DJ italiano animó a sus vecinos con la música, el objetivo es que se olviden por un momento de esa pesadilla llamada “coronavirus”. He visto las noticias aterradoras de personas que perdieron a sus familiares. Al final de todo esto, no sé, si yo seré una de esas víctimas. Espero que usted lector se libre de esta epidemia.

Lo sorprendente es ver a institutos científicos de universidades de prestigio, a científicos haciendo experimentos para encontrar una vacuna y erradicar este mal. Mientras llega la cura, miles están muriendo. Cuando escribía este artículo, mi mejor amigo me hizo una videollamada desde Australia, me comentó que allá necesitan 700,000 camas para prepararse. Dentro de poco tendrán el invierno y saben que el virus se expandirá más rápido. Mi amigo expresó que están preocupados por lo que les espera. Y, eso que es un país desarrollado, de primer mundo. ¿Está verdaderamente preparado El Salvador para atender a los infectados?

En El Salvador no estamos exentos, aun cuando escribía este pequeño texto no se había anunciado ningún caso, pero en las calles, en el transporte púbico, en los centros comerciales se habla de esta pandemia. Muchas personas están tensas y piensan lo peor. Si alguien no cree en algunos escritos de la Biblia, es incrédulo o nunca ha vivido una catástrofe. El COVID-19, es peor que una guerra mundial.

Mientras tanto, los alumnos están desesperados, el encierro en las casas les está estresando; sin embargo, es la mejor prevención que se pudo hacer. El Estado de Excepción y otras alertas se aprobaron en la Asamblea Legislativa justo a tiempo, no importa que haya detractores. Unos hablan de cheque en blanco, que los funcionarios de Bukele aprovecharán. A todo esto se suma “los memes”, las “Fake news” o noticias falsas. En realidad, solo Dios sabe cómo enfrentará cada salvadoreño esta pandemia.

Felicito a Nayib Bukele, el presidente que a tiempo incorporó medidas preventivas, las cuales han dado resultado. Somos un país tercermundista, somos vulnerables y, debemos estar preparados para combatir esta pandemia. No le dejemos toda la carga al Gobierno.

En medio del caos, los accidentes automovilísticos han disminuido, lógico, no hay personas intoxicadas con alcohol, estupefacientes o hiervas que les hagan cambiar de personalidad. En estos días no se ha escuchado de grupos de personas que anhelen emigrar para Estados Unidos. Una enfermedad, hace que todos nos unamos, muestra de ello es ver: a los ciudadanos, a la empresa privada, iglesias, oenegés y otras instituciones luchando al unísono para ayudar en los albergues de refugiados. Es interesante observar cuando todos queremos unirnos y nunca perder la fe. La emergencia nacional la debemos cumplir acatando las reglas de salubridad.

Antes decían “semana zángana”, ahora, aunque a algunos no les parezca, no podrán hacer de la Semana Santa una fecha para emborracharse, hacer el mal o saciarse en los burdeles. No habrá tiempo para “sodomas y gomorras”. Parece que el COVID-19 vino a poner quietos a muchos. Esta pandemia inició en el 2019 y el luto y dolor sigue expandiéndose igual que otras plagas en la historia de la humanidad. La histeria o el pánico ronda por doquier.

La Cuaresma inició a nivel mundial y se espera que la oración sea también parte del itinerario diario de cada gobierno en todo el planeta. No importa ser o no religioso, lo importante es que unidos podamos salir de esta pandemia y, un día, el sol vuelva a brillar. Esperemos que todos podamos volver a la normalidad. Oremos todos para que las mentes brillantes descubran lo más pronto posible la cura para eliminar el coronavirus. Dios tiene la última palabra. No perdamos la fe.