Para mañana martes, por la noche, está previsto el primer debate electoral entre el presidente Donald Trump y el candidato demócrata, Joe Biden, algo que las personas interesadas en la política y la economía en estos difíciles tiempos de pandemia no se deberían perder por las persepectivas de estos dos hombres para resolver esos problemas en el país más poderoso del mundo.

Ahora casi cada campaña electoral en El Salvador está coincidiendo con las campañas electorales en Estados Unidos y las comparaciones son inevitables. Hay cosas bastante similares -como la polarización, por ejemplo- pero hay notables diferencias, como esa admirable cultura del debate que tiene la política norteamericana.

Los políticos locales, los votantes y los medios de comunicación deberíamos aprender las lecciones frecuentes que nos dan la campaña electoral estadounidense. El escrutinio sobre los candidatos y sus equipos es absoluto y ahí no hay quejas de “campaña sucia” que valgan, para evitar ser cuestionado.

Cada palabra, cada tuit, cada escrito de los candidatos es sujeto de cuestionamientos en las campañas electorales estadounidenses. No se concibe una campaña electoral en Estados Unidos -de ningún nivel- sin que los candidatos enfrentados debatan.

Los debates permiten no solo conocer los puntos de vista de los candidatos sobre X o Y temas, sino también el caracter y la capacidad de reacción de los candidatos. Y eso para los estadounidenses tiene mucho valor. No debatir es inconcebible para un político serio.

Ojalá que en este país se fomentara mucho más la cultura del debate, tal vez así sabríamos mucho más del pensamiento, intenciones y caracter de muchos aspirantes a diferentes puestos públicos y los votantes tendríamos mejores elementos para decidir.