La desconfianza interna en los partidos políticos, por parte de sus mismos militantes y dirigentes, parece estarse profundizando con el anuncio de elecciones internas. Pareciera que la democracia partidaria se tambalea ante el empuje de las cúpulas de no abandonar el mando, ya sea directa o indirectamente.


No es casualidad que tanto en el FMLN como en Arena se manifiesten desconfianzas sobre el manejo del padrón electoral interno. El colmo es que alguien como el vicepresidente Óscar Ortiz denuncie anomalías contra su propio partido. Ortiz ya sufrió una vez la derrota en una elección interna bastante cuestionable y que algunos calificaron de fraudulenta. Pareciera que al Frente ya ni las apariencias le preocupan en este sentido.


En Arena no parece ser muy diferente. El padrón interno también es fruto de cuestionamientos y nadie sabe cómo terminará ese relajo. Lo cierto es que así como están, tengo dudas que hasta los más apasionados dirigentes y donantes quieran seguir en el partido tricolor.


A las cúpulas partidarias no les gusta arriesgar su puesto. Algunos de los líderes de los partidos políticos llevan décadas como dirigentes y por supuesto, no quieren dejar sus cargos. No hay relevo generacional, ganen o pierdan elecciones, digan las sandeces que digan, voten como voten en la Asamblea, no hay relevo porque la democracia interna es solo apariencia.


Hace un tiempo, un dirigente político llegó al extremo de admitir -en una reunión privada- que la democracia interna en su partido no era buena porque “casi nos matamos cuando hacíamos elecciones internas libres”. El dedazo siempre fue más cómodo, en lugar que las bases participen, haya cuestionamientos y debates o situaciones incómodas en las convenciones o congresos. Esa es la democracia partidaria.