A diario estamos viendo imágenes dramáticas de niños no acompañados que llegan a la frontera sur de los Estados Unidos. Los hay de todas las nacionalidades, incluyendo salvadoreños, pero hemos visto ecuatorianos, hondureños, guatemaltecos y nicaragüenses. El dolor de la pobreza y la exclusión parece no tener nacionalidad. Todos buscan una salida para poder sobrevivir en una región asolada por la miseria, los desastres naturales, la violencia delincuencial, la corrupción y otros males recurrentes.

Es un verdadero acto de desesperación enviar a niños no acompañados a Estados Unidos, ya sea por reunificación familiar o por esperanza de mejor vida. En cualquiera de los casos, muestra que la gente es capaz de arriesgarlo todo por encontrar una mejor vida ante situaciones tan difíciles que se viven en la región.

La llegada del enviado especial del presidente Biden a la región abre una esperanza de que Estados Unidos colabore estrecha y permanentemente para encontrarle solución a las causas de ese drama humano en la frontera. Ricardo Zúñiga prometía ayer “seguir trabajando estrechamente para abordar los retos de la región, como la migración irregular, la corrupción y la impunidad, la gobernanza, el respeto de los derechos humanos, las oportunidades económicas y la seguridad. Nuestro objetivo es ayudar a crear las condiciones para que el pueblo de El Salvador pueda prosperar”.

Esa declaración es sumamente positiva para el país pero evidentemente necesitamos primero que todos los salvadoreños, gobierno, empresa privada y sociedad civil, trabajen unidos con una visión de nación para apoyar esos esfuerzos y lograr que nuestra gente no siga arriesgando su vida para emigrar irregularmente.