Da alegría saber de cada lote de vacunas contra el covid-19 que llega a El Salvador en medio de la pandemia, la inmensa mayoría donadas por la comunidad internacional por la iniciativa Covax. De no ser por esa iniciativa, el acceso a las vacunas sería cada vez más difícil.

El Salvador, como muchos países pobres, están en la larga fila para acceder a las vacunas contra el covid-19, mientras a muchos países ricos le sobran. Hace unos días veíamos cómo Estados Unidos hasta “prestaba” vacunas a México. Mientras tanto hay un clamor mundial por el acceso a las inmunizaciones contra esta pandemia que ha paralizado el mundo y creado una recesión mundial.

De las 105,440 vacunas en suelo salvadoreño, 85,440 provienen de Covax: es decir, El Salvador aseguró más del 81 % de sus dosis a través de la asistencia directa de la Organizació. Esto, en clara desventaja con países ricos que acaparan las compras directas a farmacéuticas.

El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, decía esta semana que la diferencia entre el número de vacunas administradas en los países ricos y el número de vacunas administradas a través de Covax “aumenta y se vuelve cada día más grotesca”. Para que ilustremos esos constrastes, en todo el planeta, más de 430 millones de dosis ya fueron aplicadas, pero más de un 25 % solo en Estados Unidos. Solo 0.1 % de las dosis administradas en el mundo fueron en países de “renta baja”, mientras que los países de “renta alta”, que incluyen al 16% de la población mundial, concentran más de la mitad de las dosis inyectadas.

Esa diferencia dramática es la diferencia entre vida y muerte en naciones pobres como El Salvador. Esperemos que esa terrible desigualdad en el acceso vaya desapareciendo conforme pasan los días.