La última víctima de alto nivel de la dictadura que presiden Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua es Cristiana Chamorro, la dirigente opositora favorita en las encuestas y que es hija de la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro y el asesinado periodista, Pedro Joaquín Chamorro.

Ortega y Murillo le han lanzado una serie de cargos infundados, que de no ser tan serios serían risibles, de lavado de dinero a una mujer que se ha dedicado en las últimas décadas a la formación profesional de periodistas a través de la fundación Violeta Barrios de Chamorro. El pecado de Cristiana ha sido ser la precandidata presidencial más popular para las elecciones de noviembre próximo que, si fueran libres, seguramente terminarían con el regimen de la pareja.

Lo increíble es cómo la comunidad internacional ha tolerado tanto un regimen como este, infinitamente corrupto, absolutamente represivo y total violador de los derechos humanos y las libertades públicas de los nicaragüenses. Las fuerzas de seguridad y los paramilitares orteguistas asesinaron a más de 300 nicaragüenses en 2018 y han mantenido docenas de presos políticos y exiliado a docenas de miles de sus ciudadanos. Es urgente que la comunidad internacional exija la liberación de Cristiana Chamorro y las garantías para elecciones libres y justas.

Esa dictadura es una verdadera afrenta en Centroamérica y un pésimo ejemplo de cómo la comunidad internacional tolera esos regímenes opresivos, corruptos y crueles. Los nicaragüenses merecen elecciones libres, transparentes y justas para rescatar su democracia y terminar con ese regimen oprobioso de la familia Ortega.