Si la economía salvadoreña tuviera la proporcionalidad del crecimiento de la planilla de la Asamblea Legislativa, hace rato que ya seríamos una potencia mundial y hubiéramos superado el PIB de Japón o Alemania. Pero sabemos que no es así y la incoherencia de los diputados en aumentar plazas es interminable.

En la presente legislatura, la Asamblea contrató a 702 personas para las fracciones legislativas -hasta ahora- para laborar en los siete grupos parlamentarios. En otras palabras, son plazas partidarias, clientelismo político puro y duro.

Lo gracioso es que el presidente de la Asamblea, Norman Quijano, había denunciado que en la legislatura anterior hubo un crecimiento desmesurado de plazas solo para que ahora veamos el mismo fenómeno. Hay que ser justos, esto no es una decisión exclusiva del presidente de la Asamblea ni de la Junta Directiva, es un vicio generalizado de todas las fracciones legislativas, tal como publicamos en nuestra nota de hoy.

La “fábrica de empleos” legislativa parece imparable e insostenible. Entre 2013 y 2018, el gasto de remuneraciones de la Asamblea creció en un 39%, pasando de $37.6 millones a $52.3 el año pasado y tampoco es que veamos un aumento de la productividad y eficiencia de los señores diputados.