Gran parte de la izquierda latinoamericana es anacrónica, desfasada. Sigue justificando temas tan absurdos como la dictadura cubana o la farsa electoral en Nicaragua o el narcogobierno venezolano. ¿Qué tiene que ver eso con verdad, justicia, derechos humanos o igualdad social? Absolutamente nada.

Hace solo unos días, muchos portavoces de esa izquierda -incluyendo por supuesto el FMLN- aplaudían y felicitaban la farsa electoral en Nicaragua y ayer se congratulaban de la feroz represión del regimen castrista de Miguel Díaz Canel en Cuba. En unos días felicitarán a Maduro por cualquier otra sandez, en nombre del antiimperialismo o cualquier concepto aburrido y superado por la historia.

¿De veras se puede ser tan cínico? Lo que sucedió hace unos días en Nicaragua fue vergonzamente cruel y un reflejo del instinto cavernícola de la familia Ortega-Murillo por conservar el poder. Garrotean a cualquier opositor y secuestran a los precandidatos presidenciales para que el anciano dictador y su estrafalaria esposa sean coronados y aplaudidos por sus cortesanos.

Y ahora aplauden la represión en Cuba, donde las turbas y las bandas paramilitares han apresado, golpeado y encerrado a todos los disidentes que demandan democracia, derechos humanos, libertades fundamentales, satisfacción de las necesidades básicas de un pueblo. Eso les parece subversivo y proyanqui y aplauden que haya presos políticos.

En Cuba, un dramaturgo puso en jaque al regimen que le aplicó toda la represión y amenazas posibles para impedirle reclamar democracia. La gran incoherencia es que la izquierda reclama para ellos eso mismo en cualquier país donde se expresan libremente en democracia, pero no para los cubanos, nicaragüenses y venezolanos oprimidos.