“Quien siembra vientos recoge tempestades” es el título de una novela de “Nele Neuhaus”, que trata sobre un solitario hecho delictivo que parecía que no tuviera las repercusiones que se resultarían trágicas para una sociedad que se oculta en los espejos de una tipo de la justicia, ciega, sorda, chulona y muda. Y en El Salvador, Armando Valle escribió “Siembra Vientos” analogía en el título, pero en nuestra realidad la obra tiene un valor histórico socio-político de altísima valía, para explicar la historia de nuestro país. La invasión, y ocupación militar y policial de nuestra Universidad Nacional lo que provocó con tantas evocaciones de la tragedia humana, cultural, científica que aconteció de ese vejamen contra el saber y contra los intereses del desarrollo de El Salvador.

Al escribir estas precedentes líneas, que han de evocar en muchos de los que ya peinamos canas al recordar con tristeza los hechos de la fatídica la “Ofensiva hasta el Tope”, capítulo oscuro de la larga noche de la tiranía y la dictadura militar en El Salvador, y de la expresión del descontento popular sintetizados entre otros factores endógenos y exógenos sociales y políticos de la época, que tuvieron origen en aparentes hechos aislados que se detallan así: Hubo elecciones internas el 10 de febrero de 1971, en la Universidad Nacional de El Salvador, y como resultado de los electos por la comunidad universitaria como los auténticos representantes, otros académicos desafectos a los electos, se reúnen en una trama siniestra y el complot les hace formular un escrito espurio, en acto seguido interponen un recurso de inconstitucionalidad ante la Cortesanos Supremos de Justicias (…); unos actores políticos sociales vestidos como “CAPUES”, se urgieron a presentar dicho amparo argumentando lo que a su consideración tenía vicios en la elección de las Autoridades de la Universidad de El Salvador. Hombres Necios que se entregaron a la ignominia con deshonor como arribistas profesionales al firmarlo.

La Corte resuelve y queda registrada la sentencia numerada y fechada como: Sentencia de Inconstitucionalidad en el Diario Oficial dentro del término legal de a las doce horas del dieciocho de Julio de mil novecientos setenta y dos. Unido esto al Decreto Legislativo No. 41. Publicado. D.O. No.134, tomo No.236, del 19 de julio de 1972.

Señores y Señoras, esta es la fecha en que se inicia la guerra civil salvadoreña por medio de estos instrumentos políticos revestidos del trillado “Debido Proceso y Legalmente correcto”. Que banalidad si no fuera por la tragedia que se desató en nuestro país. El inicio de la “Locura hasta la Esperanza” título del informe de las Naciones Unidas para relatar los horrores del conflicto político-militar en El Salvador. A vistas y oídos, constatar el descontento y la ira de la gente ante la resolución del caso del pedófilo socialmente culpable y eximido legalmente por unos operadores judiciales, que resolvieron con alguna parte de su cuerpo y nunca con la razón y juicio, nos rememora con pesar que por asuntos políticos judicializados por unos interesados, llegamos a la guerra civil. En este caso del pedófilo, hace falta tan poco para la desobediencia civil, y como diría un encajonado ciudadano afectado directamente por este caso, solo nos falta un cohete y un muerto para que inicie una primavera salvadoreña tropicalizada en verano de la gran patria. Se ha apañado la Justicia como valor, la justicia depende de los valores en que los seres racionales se comportan como ciudadanos honestos, y cómo funcionarios laboran con rigor ético profesional. Rueguen funcionarios y oren ante el altar de la Patria, como les ordena el artículo No.176 de la Constitución; Para ser Magistrado se requiere y etcéteras… incluye, de Moralidad Notoria. Queda pues, ante los ojos del mundo que disfrutamos de una justicia, ciega, muda, sorda y chulona.