Ayer se conmemoraba un aniversario más de la masacre de los sacerdotes jesuitas y sus colaboradoras por parte de un pelotón militar en las instalaciones de la Universidad Centroamericana (UCA). El fin de semana, esa congregación demandaba la necesidad de justicia en este y otros muchos casos de la guerra civil salvadoreña.

La búsqueda de la justicia es importante para que la sociedad salvadoreña termine de sanar las heridas del conflicto armado. Muchas familias perdieron a sus parientes durante la guerra, a manos de uno o de ambos bandos. Para muchos fue doblemente doloroso ver la impunidad con que han caminado los autores de esos crímenes, ya sean militares o guerrilleros.

La demanda de amparo presentada ayer por la Fiscalía para revertir el cierre del caso Jesuitas es un buen paso. Este es un crimen de guerra que no puede quedar ni en el olvido ni en la impunidad. Ciertamente han pasado los años, las décadas y hay demasiados casos en la impunidad, pero al menos casos emblemáticos como este, la masacre del Mozote, las matanzas de Mayo Sibrián, los asesinatos de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, las monjas Maryknoll, José Antonio Rodríguez Porth, Roque Dalton, Félix Ulloa, Ernesto Regalado Dueñas, Roberto Poma, el exembajador sudafricano, el empresario Matsumoto y docenas más, víctimas de ambos bandos, deberían resolverse y encontrar la verdad de los hechos. Es lo menos que las familias quieren y necesitan.

Pero además debe haber un compromiso de Estado, de los actores políticos y de la sociedad entera de la No repetición de hechos tan horrendos como los vividos en el pasado, cuando la intolerancia, el odio, el irrespeto a los derechos y valores fundamentales de la vida humana, fueron capaces de matanzas y asesinatos tan brutales. Como sociedad debemos sanar heridas, conocer la verdad y aprender las lecciones de la historia para no repetirlas jamás.