La doctora Ana Vilma Mejía, era una médico general destacada en la Unidad de Salud de Santo Tomás, a la cual caracterizaban su sonrisa y entrega de ayuda a los demás, Karina Artiga, sobrina de Mejía expresó que no tenía “ni una sola foto en la que ella no aparezca sonriente”, narró cómo su tía dedicaba su tiempo libre a participar en brigadas voluntarias que realizaba el Colegio Médico en todo el país, porque era su forma “de conocer el país” y apoyar con su labor.




Ella tenía 65 años y era una persona muy querida, en la unidad de salud los pacientes siempre le decían ¿con quién quiere pasar?, con la doctora Mejía, ella siempre tenía colas de pacientes, ella no tenía nietos, solo un primo está casado, así que mis sobrinos era como sus sobrinos nietos, hablaba de ellos tanto que los pacientes en navidad le llevaban un juguete para sus sobrinos”, Karina Artiga, sobrina de la médico.



Con la llegada del virus, aún con temor Mejía continúo haciendo lo que más amaba: la medicina, a pesar de que no se le brindó transporte y los materiales médicos adecuados para tratar a los pacientes.




“A raíz de la pandemia la carga de pacientes que ella veía nunca bajó, eso se limitaba a una mascarilla y un par de guantes y no eran de reemplazo diario”. Karina Artiga, sobrina de la médico.



Mejía se contagió de covid y falleció en julio del año pasado en el momento en el que los hospitales estaban saturados, y como no presentaba síntomas asociados a covid-19 no la quería admitir, pero ya hospitalizada fue positiva a necrosis hepática asociada por covid.


Para lidiar con su dolor Karina Artiga decidió unirse al movimiento Allendista, para apoyar no solo a las familias dolientes que perdieron un pariente a causa del virus, sino también para vigilar que el personal médico tenga el equipo y condiciones adecuadas.