Antes de la pandemia del Covid-19, el proceso electoral 2021 ya tenía un tinte complicado. Tanto por factores políticos relacionados a la competencia legislativa, donde se disputa el control de la Asamblea Legislativa por un partido político para lograr una concentración de poderes, como por factores técnicos a desarrollar en los tres tipos de elecciones programadas. Para las elecciones legislativas y municipales 2018 había solo dos componentes: votación interna legislativa, y votación interna de concejos municipales. En las elecciones 2021 nos encontramos con cinco elementos a observar: votación legislativa interna, votación legislativa desde el exterior, votación municipal interna, votación municipal desde el exterior, y votación del Parlacen. Además, hay que añadir dentro de esas operaciones, el conteo de votos con listas abiertas (voto cruzado) en elecciones legislativas y del Parlacen; y en la elección municipal, la definición de vencedores en los 262 municipios con una fórmula electoral mixta: de mayoría y de representación proporcional.

Ahora hay un obstáculo mayor a enfrentar: una pandemia. Las elecciones del domingo 28 de febrero de 2021, obedecen a todo un proceso que inicia un año antes. Y se extiende a etapas posteriores, constituidas por escrutinios finales e impugnaciones de sus actas respectivas, hasta la declaración de firmeza de los resultados. Por ello afirmamos, que este proceso electoral lo estamos y estaremos viviendo con la presencia del Covid-19, afectándolo de forma invasiva. Según el Asocio Académico integrado por FUNDAUNGO-UCA-UDB- FLACSO, Programa El Salvador, los efectos del Covid-19 actualmente inciden en varias actividades, entre otras: las elecciones internas de los partidos políticos para escoger sus candidaturas, el proceso de aprobación de los centros de votación, la emisión del DUI y en consecuencia la inscripción ciudadana en el Registro Electoral. Esas tareas han sido materialmente perjudicadas a partir de marzo 2020 hasta la fecha, debido a la cuarentena nacional decretada. Pero aún más, por declaraciones de la OMS es previsible que las medidas de prevención al contagio continuarán hasta el próximo año. Sin embargo, los plazos electorales están corriendo pues no han sido suspendidos, y en el día de las elecciones vamos a requerir nuevas estrategias para: a) ejercer el voto en los centros de votación; y b) administrar las Juntas Receptoras de Votos, la Transmisión de Resultados, y el Escrutinio Final.

Con la realidad descrita, surgen entonces varias preguntas dirigidas al TSE, a los partidos políticos, a los Órganos Legislativo y Ejecutivo, a las organizaciones de la sociedad civil, y a todos los ciudadanos que componemos el cuerpo electoral. ¿Qué tipo de elecciones deseamos para el 2021: las que están diseñadas desde el año 2018, e ignora las dificultades producidas por el Covid-19, o una modificada legal y razonablemente en ciertas etapas del proceso y comportamientos de los principales actores, garantizando la salud de las personas y un proceso democrático satisfactorio? ¿Qué confianza ciudadana tendrán las candidaturas de los partidos políticos nacidas de elecciones internas en cuarentena? ¿Qué confianza ciudadana tendrá la actualización del Registro Electoral, si desde marzo/2020 ha sido suspendida la producción del DUI, y solo quedan tres meses para inscribir ciudadanos en el Registro Electoral? ¿Existe la capacidad gubernamental para incrementar el Presupuesto Extraordinario de Elecciones, por nuevas medidas a tomar? No hay duda de que debemos realizar elecciones, pero sin comprometer su integridad y calidad, y sin crisis constitucional.

Esperaríamos que el TSE elabore un nuevo Calendario Electoral y Plan General de Elecciones, con propuestas de reformas electorales transitorias inclusive. Es primordial en esta crisis sanitaria, que dichos documentos sean ampliamente conocidos y debatidos para procurar el mayor consenso de todos los partidos políticos, y una superior confianza ciudadana. Permanecer pasivos, incrementará la complejidad de la administración electoral 2021, con repercusiones graves a la democracia. Por eso, no hay que perder tiempo, y empecemos enfocarnos a lo que podemos hacer en esta nueva (a)normalidad electoral.