Discúlpenme, aunque el señor presidente me parezca lo peor que ha existido en la historia de la política salvadoreña en los últimos 40 años, pero acá no se hagan las víctimas ustedes de ARENA y el FMLN: este Frankenstein es suyo, es su hijo, ustedes lo crearon, le dieron vida y lo alimentaron.


Lo que se viene ahora, este irremediable ocaso de la democracia y sistema republicano por los cuales tantos ofrendaron su vida; esta época oscura es el fruto de sus gobiernos nefastos. Y lo peor que las consecuencias las pagaremos todos…no solo ustedes.


Lo que más me entristece es el papel servil de la Fuerza Armada y de la Policía Nacional Civil: aquellas por haber tomado el Palacio Azul, y ésta por haber cercado el Palacio de Justicia, todo por mandato del presidente Nayib Bukele. Con esos brazos armados la tragedia está consumada. Tanto que se les ayudó para que se reformaran, para que no sirvieran a los intereses del partido de turno, pero no funcionó el esfuerzo.


Pero bien, todo lo que el presidente puede hacer con sus diputados lo hará, ya se vio, si alguna duda nos quedaba, o algún hálito de esperanza sobrevivía allá en el fondo más oculto de nuestros temerosos corazones, aún ilusionados de que las cosas no podían ser tan malas, con lo del truculento sábado 1° de mayo, se acabaron.


Un régimen, eso es lo que se ha instaurado acá en el país, punto. Una nueva era ha comenzado.Juan González, asesor de Joe Biden para asuntos de Latinoamérica, le mandó a decir al presidente -porque él como todos nosotros, sabe bien que quien manda es el señor de la gorra al revés- que “las cosas no eran así”. Éste, en un tuit muy bukeleano, le dijo que no se metiera en lo que no le incumbe. Así de sencillo.


Ahora bien, la pregunta es: ¿qué pasará? ¿Impondrá la administración de Joe Biden sanciones? No lo creo. Si el presidente salvadoreño responde a cabalidad a los intereses geopolíticos y comerciales de los estadounidenses, sobre todo en el combate a la droga, no veremos nada extraordinario, ni siquiera la reducción de la ayuda.


Ahora la pregunta es: ¿cómo salir de esta dictadura? Y acto seguido se me ocurre responder con otra pregunta: ¿cómo salieron de las dictaduras las repúblicas chilena de Pinochet, la peruana de Fujimori, la venezolana del chavismo y la nicaragüense de Ortega?


Pues estas dos están aún sufriendo, y las otras, si no es por la presión internacional, realmente no hubieran salido nunca, pero para eso tienen que pasar años de represión, persecución, encarcelamiento y tortura. Menos cuando las actuales dictaduras como la venezolana o nicaragüense se revisten de democracia, con elecciones que todo el mundo sabe fraudulentas, y manteniendo los poderes del Estado separados, aunque todos saben que obedecen ciegamente al poder militar o al Ejecutivo.


Ya los Estados Undios se cansaron de andar invadiendo naciones de América Latina. Ni Cuba ni Venezuela les importa, mucho menos estas dictaduras sin azúcar ni petróleo.


Así que no podremos sacarnos a Bukele de encima por los próximos 50 años. Aspira a ser como Putín, tal vez no se reelija para el siguiente período, poniendo un títere suyo, como aquél hizo con Medvedev, pero sí convocará a un referendo o a un plebiscito, habrá una asamblea constitucional, una nueva Constitución, y allí habrá sellado su paso a la inmortalidad en nuestra tragicómica historia política.


De eso no les quepa la menor duda.


Él es mesiánico, o sea, tiene un problema psicológico serio. Siente que al elevar los brazos las aguas del Mar Rojo se abren y guía al pueblo elegido hacia la tierra prometida. La gente que votó por él terminó de agudizar su padecimiento. Se cree el escogido por la entidad divina y contra esa enfermedad no se puede hacer nada.


Las únicas revoluciones modernas son las pacíficas, como la famosa Revolución Naranja en Ucrania, pero no sirven de mucho, porque, gracias a las desgracias de la democracia, las mismas alimañas vuelven. El futuro está bien claro: es totalmente oscuro.


Lo siento por opinar.