Cuando hablamos de “opinión pública”, lo hacemos refiriéndonos a un concepto multidisciplinar en cuya formación participan multitud de condicionantes. Las dificultades, en consecuencia, para establecer una definición plausible del término son notorias.

Hasta el momento la investigación no ha podido presentar una conceptualización que abarque todas las perspectivas desde las que se puede estudiar el fenómeno. Las definiciones son abundantes, los puntos de vista que se adoptan enormemente variados, y los factores que hay que tener en cuenta para definirla concurren de tal forma, que se antoja una tarea enormemente dificultosa obtener una definición “definitiva” o, valga la redundancia, “definitoria” desde todos los puntos de vista.

En la práctica, lo poco a lo que podemos aspirar es a aislar una definición mínimamente operativa que nos permita avanzar en la investigación. Muchos han sido los autores que han estudiado la opinión pública desde las más variadas disciplinas, llegando a conclusiones muy dispersas, incluso contradictorias, sobre las funciones, características y, en suma, definición de la misma. De igual manera, el estudio de la opinión pública puede dedicarse a muchos fenómenos relacionados con ella.

La opinión pública es la tendencia o preferencia, real o estimulada, de una sociedad o de un individuo, hacia hechos sociales que le reporten interés. El término opinión pública es en realidad más antiguo de lo que inicialmente se piensa; ha tenido y tiene una variedad muy grande de definiciones, después de una copiosa recopilación, que se manejaban cincuenta definiciones en la literatura especializada.

Phillips Davison, profesor de la Universidad de Columbia, en su artículo “Opinión Pública” para la International Encyclopedia of the Social Sciences, señalaba que “no hay una definición generalmente aceptada de opinión pública”. Pese a ello el término se ha utilizado con mayor frecuencia. Él mismo reconoce que la opinión pública “no es el nombre de ninguna cosa, sino la clasificación de un conjunto de cosas”. Algunos fueron más allá, señalando irónicamente que “a la opinión pública le ocurre como a los elefantes: puede ser difícil definirlos, pero es muy fácil reconocerlos”.

La opinión pública ha sido el concepto dominante en lo que ahora parece referirse a la comunicación política. La experiencia aparenta indicar que opinión pública implica muchas cosas a la vez; pero, al mismo tiempo, ninguna de ellas domina o explica el conjunto. Además, con el predominio de los medios de comunicación y redes sociales, el territorio de la opinión parece retomar un nuevo enfoque.

¿Qué clase de fenómeno es este que gira alrededor del hombre las 24 horas del día, recorriendo todos los meridianos?: Nada más fácil que perderse, al intentar una respuesta, en las corrientes de este caudaloso río que es la opinión pública. Los que con tal propósito por él se han aventurado a navegar, suelen llegar a la incertidumbre del antagonismo: “Lo que para unos es reina del mundo, juez inapelable, suprema voluntad, opinión electora, para otros no es más que reina de la inconsciencia, alma sin espíritu.”

En el que pudiera ser el primer libro escrito sobre el tema -Ensayo sobre la opinión pública-, su autor, Arcadio Roda Rivas, escribía que “en matemáticas no se ha encontrado la relación exacta de la circunferencia al diámetro; en economía social no se ha podido descubrir la medida exacta del valor, y en política tampoco existe medida exacta de la opinión pública.

Ortega y Gasset, define opinión pública como un sistema de usos intelectuales; para Carlos Marx, una máscara de la clase burguesa. Carlos Cossio la sitúa entre la intuición y el conocimiento. Ernesto Sabato ha escrito que “la opinión pública sigue siendo quien impone gobiernos, pero resulta que estos gobiernos son los que crean la opinión pública. Yo creo que la opinión pública es la conciencia de un poder anónimo e imprevisible. Es una atmósfera general de actitudes”.

Napoleón, que en algún momento calificó de imbéciles a los que creían en la opinión pública, hubo de reconocer que ningún poder político es capaz de someterse indefinidamente contra ella. Podría agregar otras definiciones, pero esto solo serviría para evidenciar la dificultad que su estudio representa. No resulta sencillo encontrar una respuesta valedera para este fenómeno, a menudo esclavizante, pero siempre glorificado, que llamamos opinión pública. Por más que la opinión pública es una de las referencias más comunes, resulta compleja, acaso porque es pauta de ajuste de otro fenómeno mayor: el del comportamiento humano, a la hora de aclarar y analizar las ideas.