La paz mundial siempre ha sido una preocupación acuciante y, no es para menos, a cada momento la paz mundial pende de un hilo o queda en un hilo. Como ahora.

La operación de aniquilamiento del teniente general iraní Qasem Soleimani (y otras personas de las que no se ha dado muchos detalles), ha sido un inobjetable éxito operativo-militar de la fuerza que lo ha llevado a cabo. El vídeo que circula en Internet muestra la precisión, la contundencia y la efectividad de los medios empleados.

Se trata de una operación de mayor calado que la que terminó con Osama bin Laden (jefe de Al Qaida) y Abur Bakr (jefe del Estado Islámico).

Sin embargo, imaginar que el asunto debe verse solo a partir del cumplimiento o no del objetivo militar asignado es un error o una trampa en la que no debe caerse, si es que se quiere comprender por qué la paz mundial vuelve a estar en la picota.

Esta es una hora de espanto para el planeta. Una más en esta carrera desenfrenada por el exterminio del adversario, que ha sido y seguirá siendo el ‘pathos’ que troquelará la no-convivencia humana.

Es larga la lista de hechos desafortunados que muestran las absurdas decisiones políticas por parte de las cúpulas que dirigen las potencias mundiales, y que han llevado a la muerte a millones de personas en los tiempos contemporáneos: las dos guerras mundiales; la política de humillación, persecución y aniquilamiento de la población judía por parte del proyecto nazi (entre 1933 y 1945); la política de asedio y aniquilamiento seguida contra toda oposición en la ex Unión Soviética (entre 1928 y 1953); el lanzamiento de las espeluznantes bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki (el 6 y 9 de agosto de 1945); la guerra contra Vietnam (que terminó en 1975); las intervenciones en Afganistán, primero por unos y después por otros; las guerras en Irak; la guerra en Siria…

Este cruel itinerario de un poco más de un siglo pone sobre el tapete lo que es este mundo y en lo que se ha convertido gracias a los que dirigen el tablero planetario, y que por sus acciones no es difícil concluir que seguirán afanados en la destrucción de los que consideran sus enemigos.

Existen muchos problemas humanos, y de otras formas de vida, que deben atenderse, con urgencia y, sin embargo, los conductores del derrotero planetario han apostado siempre por el aniquilamiento del adversario como el expediente rutinario.

A quienes gustan de fantasear con las bondades del futuro, pues aquí lo tienen: erizado, sangriento y atroz.

Las consecuencias de esta operación contra Qasem Soleimani y sus acompañantes es simbólica, sí, pero también puede ser anticipatoria.

Un análisis básico de geopolítica diría quizá que la operación contra Soleimani es excesiva, aunque de demoledor efecto persuasivo, en una zona del mundo donde están activados varios conflictos, y esto viene a poner más leña al fuego. Además, desde esta perspectiva geopolítica es claro que la respuesta de todo el entorno y el de las otras potencias mundiales está en relación con su peso y sus intereses particulares. Y el petróleo no es ajeno a esto. Un ejemplo elocuente es el hecho de que China importa cerca del 70 % de los 610 millones de toneladas métricas del crudo que consume al año, y no es poco lo que proviene de esa zona conflictiva del golfo Pérsico.

El análisis se complica al introducir la variable Irán, puesto que este país cerró el año 2018 como el quinto mayor productor de petróleo del mundo, con una extracción estimada en más de cuatro millones de barriles al día. Y China es uno de sus más grandes compradores.

Es decir, la pulverización del teniente general iraní y sus acompañantes, es un mensaje, macabro, para varios destinatarios.

Estamos en un mundo patas arriba, donde las acciones puntuales, como esta, tienen unas consecuencias globales que apenas comienzan a visualizarse.

Pero hay otra potencia mundial, y no por las mismas razones que China, cuya influencia en Medio Oriente es crucial, y es Rusia. Basta considerar su papel en Siria: el 7 de abril de 2017 Rusia aseguró que 36 de los 59 misiles lanzados contra la base aérea siria de Al-Shairat fueron destruidos por sus cazas Su-35.

El mayor productor de armas del planeta tiene el 33 % del mercado, y Rusia el 23 %. De ahí que no es una exageración decir que la actual paz mundial es enclenque, porque está garantizada por los intereses de los grandes productores de armas del mundo.