Pasadas las ceremonias del traspaso de poder y asunción del nuevo presidente, Nayib Bukele, los organismos internacionales y las calificadoras de riesgo se han encargado de recordarnos que la situación de las finanzas públicas es muy débil.

La calificadora Moody’s advertía que sobre las enormes restricciones financieras que enfrenta el nuevo gobierno, que las finanzas públicas son débiles debido a un alto endeudamiento y pago de intereses. Hasta el primer trimestre, el Sector Público No Financiero acumuló una deuda de $18,352.5 millones, equivalente al 68.3 % del PIB y Hacienda ha estimado que concluirá el 2019 en 70.6 %.

A esto hay que sumar un limitado acceso al financiamiento externo, debido precisamente a esas finanzas débiles. El Fondo Monetario Internacional estima que este año el Gobierno enfrentará $2,898 millones en necesidades de financiamiento, originadas precisamente por el déficit fiscal y el pago de la deuda pública.

Hay dos caminos para salir de esta carga pesada heredada por el nuevo gobierno. Uno es construir puentes en la Asamblea Legislativa para lograr un acuerdo fiscal que alivie la situación. Y dos, más importante a largo plazo, crear un clima de negocios que favorezca la inversión, genere empleos y más impuestos que mejoren la recaudación fiscal.