La relación del hombre con la sociedad, la comunidad física y su entorno donde vive y comparte con otros ciudadanos, ha sido uno de los temas de mayor atención para los pensadores, guías y afectados, desde el mismo inicio de esa obligada convivencia.

Hasta los animales inferiores andan en manadas y celan sus territorios de extraños y perturbadores, y defienden a sus hembras en un inconsciente sentido de sobrevivencia, tal como lo hicieron los homínidos cuando se percataron de sus diferencias (los judeocristianos dirían, desde que probaron el fruto del bien y del mal, y tomaron consciencia de ellos). El hecho es que en esa interminable y afortunada evolución, una de las características que aparece desde su inicio es el reconocimiento de su dignidad, inherente a su condición de ser racional.

El otro acontecimiento que surge con estos primeros homínidos fue la necesidad de organización para alcanzar sus objetivos, asentados en la seguridad, protección y sobrevivencia del grupo. Y así fue evolucionando la humanidad hasta nuestros días, en que pareciera que nos encontramos en presencia de una involución societaria, aunque no es así, solo estamos inmersos en un cambio epocal, como lo fue de la Edad Media al Renacimiento y de ésta a la Modernidad, y la Contemporánea que ofrece signos innegables de agotamiento, en la que estamos inmersos.

Cuando los hebreos le dieron el poder a Moisés para ser su guía, una de sus primeras manifestaciones fue constatar la imposibilidad de centralizar todas las funciones inherentes a tal dignidad, ante grupo tan extenso y diverso (Ex.18,13), y surge la necesidad de organización y responsabilidades compartidas en la comunidad. Este es un tema muy bello e interesante, porque el hombre, que nace libre por naturaleza y dignidad, cede buena parte de esa libertad cuando se ve obligado a convivir en comunidad, en beneficio del Bien Común donde conviven tantas libertades y necesidades como seres humanos la integra. Y el Poder, el gobierno, el Estado, su única justificación existencial es velar por la integridad del grupo que la integra, que ha delegado parte de su dignidad y libertad en función de un bien superior. De lo contrario toda autoridad separada de este objetivo por razones de parcelas religiosas, étnicas, ideológicas, grupales, económica o de cualquier otra consideración, es usurpada e írrita.

Los hispanoamericanos somos un pueblo sufriente de esa desviación del poder, con poco respeto por el orden legal, muy propicio a seguir un líder por encima del valor de la comunidad y su significado; de hacer separaciones sociales por razones de origen, educación y riqueza, que normalmente van las tres juntas. Parcelan la sociedad, por lo que ese vaporoso objetivo del Bien Común se diluye en el interés del grupo al cual se pertenece, y hasta el concepto de nación se ha simplificado en lo folklórico, anecdótico, y culinario.

Es parte, esta reflexión viene al caso por el discurso del presidente Joe Biden en ocasión de los primeros 100 días de su gobierno. Mi observación sobre la sociedad estadounidense se dividía en dos vías claramente determinadas: 1) la innegable observación del poder económico y militar del país; acompañado por supuesto por el poder científico y tecnológico, pero sobre todo del poder económico exteriorizado en múltiples manifestaciones, entre ellas la banalidad, en el más estricto sentido del concepto, y 2) una subterránea marginalidad sobreviviendo entre oropeles ostentosos, incluyendo aquella que aparenta pertenencia, en diversos grados.

Biden presentó un proyecto dirigido a la nación, hacia el Bien Común al cual nos referíamos al inicio. Señaló objetivos concretos e incluyentes, que sacaba a los Estados Unidos del “Primer mundo económico” para ingresarlo igualmente al “Primer mundo social”. Me explico, el sistema de protección de salud y educación es actualmente, excluyente, anticuado e inmoral, casi inexistente ante países como Alemania, Holanda, Italia, Francia, España, Portugal y su vecino Canadá, que practican la economía de mercado de manera exitosa a la par de un sistema de protección social moderno, incluyente y en constante revisión en beneficio del todo nacional. Objetivos, que por cierto, son los mismos a los que aspiramos las americanos de este lado.