Durante unos diez minutos vi a un hombre sostener un cartel pidiendo ayuda. Usaba una mascarilla quirúrgica, algo sucia por el uso, tenía una mochila azul, raída. En el cartelexplicaba que había perdido su trabajo por la pandemia y pedía ayuda con lo que fuera.

La reacción de los conductores de vehículos me impresionó. Uno le dio una bolsa de tomates, otros le daban dinero, otro le dio varias mascarillas, otro un paquete que parecía de comida. El hombre inclinaba la cabeza y parecía dar las gracias con cada cosa que recibía y la metía en su mochila.

Fue una expresión espontánea de solidaridad en un semáforo de la capital ayer por la mañana. Tristemente, las escenas de gente pidiendo ayuda por la pérdida de empleos e ingresos es cada vez más común en nuestras calles, en los semáforos.

Sí. La solidaridad será esencial para afrontar las dificultades que tenemos. El apoyo asistencial del Gobierno también, pero eso no es duradero. Por muy generosos que seamos, no tenemos recursos infinitos ni como personas ni como Estado para solo regalar alimentos o dinero. El mejor programa social es el empleo. Lo decía Ronald Reagan y lo repitió el propio presidente Bukele hace unos meses.

La crisis económica provocada por la pandemia es algo que nos afecta y seguirá afectándonos a todos de una u otra manera durante los próximos años. Por eso es vital medidas económicas que rescaten a las empresas generadoras de empleos y de impuestos. El gobierno debe crear un clima de negocios que dé seguridad jurídica para que los empresarios sigan invirtiendo y se recuperen los empleos perdidos. Es la única forma de salir de la crisis.

El hombre que pedía en el semáforo tuvo que vencer la vergüenza que significa pedir en la calle. Pero él lo que quiere es un empleo y volver a ganar dinero que le permita alimentar a su familia y cumplir sus compromisos.