Hace un par de meses las noticias internacionales hablaban de los levantamientos populares en América, en los últimos días la atención universal se ha centrado, una vez más en el Medio Oriente; los dos focos de atención son diferentes, en nuestro continente no se necesita de mucho saber, para señalar que las movilizaciones populares, por espontáneas que hayan sido, tenían una raíz común: la creciente desigualdad económica y social y la corrupción; lo que estamos hoy presenciando pareciera ser el lado opuesto de la moneda, pues, por un lado, no se trata primordialmente de masas, sino de los designios de gobiernos enfrentados y descubrir su raíz es muy difícil y lo que está sucediendo aparece como una irracional avalancha.

Para acercarnos a entender la situación actual en esa región, debemos despojarnos de la concepción tradicional de los conflictos armados, según la cual hay dos campos claramente delimitados que se enfrentan y cuyo objetivo es vencer a su contrincante; sin embargo, hay otra forma de conflicto en el que los actores (gobiernos y milicias) involucrados se enfrentan en un escenario geográfico común, lo hacen con dispares motivaciones y objetivos, que generan comportamientos diversos y hasta contradictorios entre los participantes en el conflicto; hoy vive el Medio Oriente, desde la península Arábica e Israel hasta Paquistán y Afganistán, una multiplicidad de guerras que se entrelazan en el tiempo y el espacio. Es posible discernir al menos, cuatro diferentes luchas armadas en este escenario, brevemente tratare de enunciarlas.

La primera se origina en el siglo VII, al morir Mahoma se produjo una lucha por controlar el poder y tuvo como resultado dos grupos, uno el Sunni, mayoritario y el otro Chiita, mutuamente se condenan como heréticos y destinados al infierno y a lo largo de más de mil años han mantenido su enfrentamiento. Arabia Saudita, es la cabeza de los Sunni e Irán de los Chiitas, se han disputado la hegemonía sobre la población islámica, 1800 millones o el 25 % de la población mundial, y esta es la razón para unos levantamientos de uno u otro bando y la formación de coaliciones transnacionales.

Una segunda guerra es de carácter de liberación nacional, se trata de los kurdos que han habitado por siglos el este de Turquía y al norte de Irak, Siria e Irán y que vienen luchando desde hace muchas décadas por la creación de un Estado que los represente. Su derecho fue reconocido por las potencias vencedoras de la primera guerra mundial, pero rápidamente lo ignoraron excluyéndolos al trazar el mapa de reparto del vencido imperio Otomano. Los kurdos están en constante enfrentamiento con los turcos y el régimen de Irak, a pesar de ser los tres aliados con Estados Unidos en la guerra contra Isis y en esta lucha las tropas kurdas lograron retomar la capital del Estado Islámico y destruir sus principales concentraciones de jihadistas; sin embargo el intempestivo retiro de la administración Trump de sus tropas en Irak, le dio al régimen turco puerta abierta para iniciar una gran ofensiva contra los kurdos y crear una tensa situación en la llamada Coalición Internacional contra Isis.

En tercer lugar se está produciendo al interior de varias de estas sociedades un enfrentamiento de amplias capas de la población exigiendo de sus gobernantes libertades públicas, ante lo cual los regímenes, especialmente el de Bashar al-Asad en Irak, responden con altos niveles de represión.

Una cuarta guerra es la que se produce en el campo internacional. En primer lugar se encuentra la política norteamericana que busca mantener su hegemonía en la zona, especialmente a partir de las dos guerras contra Irak en las que se comprometió y posteriormente en el conflicto para reducir a los jihadistas del Isis; lo que pretende es anular la influencia de Irán en la región y para ello convierte a Arabia Saudita en su socio privilegiado. El otro actor importante en este escenario es Rusia, Putin considera que el Medio Oriente es su patio trasero además de ser el poseedor de inmensas reservas de petróleo, lo que lo ha llevado a involucrarse directa y sustancialmente en el conflicto. El tercer actor importante en el campo diplomático es China, que a diferencia de los dos anteriores, mantiene una especie de manos afuera e insiste en la necesidad de buscar vías políticas para resolver esta situación; el gobierno chino no considera el Medio Oriente como un espacio de predominio, pero sí de desgaste de su principal oponente, los Estados Unidos, su política por tanto es expandir su influencia comercial y de inversiones, representada por La Ruta de la Seda y concentrarse en el Océano Pacífico, su espacio de expansión.

El tratamiento de cada una de estas cuatro guerras, requiere de estrategias y tácticas diferentes y recurrir a instrumentos diferentes; ¿por dónde empezar?, esa es la pregunta clave.