Esta semana se celebró el Día de la Integración Centroamericana, una fecha que conmemora la fundación de la Organización de Estados Centroamericanos en 1951, precursora del Sistema de Integración Centroamericano (el SICA actual).

El SICA hizo la celebración hablando de un compromiso de hacer de la integración un instrumento estratégico para constituir una región de paz, desarrollo, libertad y democracia. Son palabras que representan la aspiración de más de 40 millones de ciudadanos en la región pero que lamentablemente están más envueltas en lirismo que en realidad.

Hay muchas deudas en la integración centroamericana. A veces parece que el proceso da dos pasos adelante y tres atrás. Los retrocesos en las fronteras para la libre circulación de personas y mercancías es un ejemplo de eso.

Muchas veces prevalecen intereses económicos antes que valores más altos como la democracia, los derechos humanos, el desarrollo socioeconómico de los pueblos o la seguridad. El SICA ha guardado silencio cómplice con la dictadura nicaragüense o los abusos del gobierno en Honduras. El SICA se ha acomodado a ser un elefante blanco burocrático y la población de la región muchas veces ignora su trabajo, sus objetivos y hasta el uso de sus fondos. Muchas deudas para una región que se vería beneficiada de la unidad de esfuerzos y propósitos.