Estados Unidos ha sido un aliado estratégico, un socio confiable, el hogar de un tercio de los salvadoreños, el destino principal de nuestras exportaciones y una presencia permanente en la política salvadoreña. Por eso, acertadamente, el presidente Bukele dijo que El Salvador estaba alineado con Estados Unidos y que la relación con ese país era prioridad 1, 2 y 3.

La llegada del enviado especial del presidente Joe Biden para el Triángulo Norte, Ricardo Zúñiga, debe ser para el gobierno salvadoreño un objetivo clave para mantener una relación bilateral sólida, amistosa y duradera con los Estados Unidos. Las preocupaciones principales de la administración Biden deben ser atendidas y escuchadas, además, buscar soluciones conjuntas a los problemas de mutuo interés.

El tema migratorio es fruto de una historia terrible de pobreza, falta de oportunidades, violencia de pandillas y separación de familias. Todo un círculo vicioso que afecta a los salvadoreños residentes en Estados Unidos y sus familiares aquí. Eso se soluciona con inversión social, con la cooperación internacional y con una efectiva estrategia de seguridad pública.

Las otras preocupaciones son la corrupción y el respeto a la institucionalidad democrática. Ambos temas deberían ser temas de interés común para que ambos gobiernos los solucionen juntos. El Salvador debe consolidar su democracia y eso pasa por una sólida institucionalidad, el respeto al Estado de Derecho y los derechos humanos y libertades públicas. También debe profundizar la transparencia y rendición de cuentas para evitar hechos de corrupción. Son preocupaciones estadounidenses pero que todos los salvadoreños compartimos y debemos solucionarlas permanentemente.