Joe Biden se estrenó el miércoles como nuevo presidente de Estados Unidos y de entrada a dado un golpe de timón en migración, el manejo de la pandemia de covid-19, el cambio climático y el regreso de su país a instancias internacionales.

Entre esas medidas, evidentemente el tema migratorio es de particular importancia para El Salvador. Cerca de un cuarto de millón de salvadoreños son beneficiarios del TPS, muchos miles más son beneficiarios de DACA y otros miles más están indocumentados. Biden ha prometido una reforma migratoria integral que busca legalizar a 11 millones de indocumentados, pero hay que entender que eso no significa fronteras abiertas ni tolerancia absoluta a la inmigración ilegal.

En el combate a la pandemia, sus señales son de sensatez. Hay que recordar que su antecesor fue un negacionista y luego dirigió una errática estrategia contra la pandemia que ha llevado a Estados Unidos a sufrir más de 400 mil muertes y 24 millones de contagios. Esa es la herencia macabra de Donald Trump. Por otro lado, su vuelta a la Organización Mundial de la Salud abre la esperanza que Estados Unidos retome el liderazgo en el combate a la pandemia, algo que a la postre podría beneficiarnos a toda la región centroamericana.

La promesa de que la administración Biden pondrá más atención a la democracia, a la institucionalidad, a los derechos humanos y al combate a la corrupción son también hechos positivos de la nueva administración. Por lo pronto, El Salvador debe seguir fortaleciendo esa relación bilateral, vital para los salvadoreños que viven aquí como para los que residen en el país norteamericano.