Está por concluir la campaña electoral 2021 en El Salvador. Quiero aprovechar estas líneas para hacer un recuento sobre lo bueno y lo malo de mi experiencia como candidata a diputada. Compito por primera vez en política partidaria y también como candidata, pero no soy nueva en política. Mi vida personal, formación académica y experiencia laboral siempre giró en torno a la política. Sin embargo, nada te prepara para una experiencia como esta.

Lo bueno. Tuve la oportunidad de aportar a Nuestro Tiempo (NT) y poner mi ladrillo en un proyecto que considero amplio, incluyente y con una agenda programática esencialmente humanista. Sin embargo, creo que más allá de las metas electorales, Nuestro Tiempo deberá someterse pronto a un debate interno democrático, plural, y definir el rol que jugará en los próximos años. Me entusiasma la idea de formar parte de esto tanto como la posibilidad de contribuir desde NT en un instrumento que promueva la participación de mujeres en la vida política, que impulse una agenda con enfoque de género y, por qué no, feminista.

Lo malo. Impulsar una agenda que promueve el diálogo en un contexto altamente polarizado. Desde el primer momento que comencé a promoverlo, como una forma distinta de hacer la política, recibí rechazo de la mayoría de mis interlocutores pro- gobierno e incluso de algunos de oposición. Son aquellos que siguen aferrados a la conocida dinámica tóxica de polarizar posiciones para sacar ventajas electorales y perpetuarse en el poder.

Esta polarización en la política es un reflejo de una sociedad dividida. Lo sé. Es difícil de romper. También lo sé. Pero tengo la firme convicción de que podemos construir una sociedad más democrática, solidaria, justa e incluyente sobre la base de impulsar un diálogo plural y transparente. Nada es más sostenible en el tiempo y legítimo que el diálogo.

Lo feo. Incursionar en la política partidaria en un proceso electoral siendo mujer. Eso es lo más feo. La matrix de la política salvadoreña es machista, elitista y megalómana. Sabía que incursionar en un mundo de hombres sería desafiante, pero no tanto. No importa cuán lista y segura te sientas para entrar a este mundo, siempre serás sorprendida por esta realidad. Las barreras a superar aparecen desde el primer momento. Desde el tema de cuido de mis dependientes, pasando por los ataques viscerales en redes sociales.

Es elitista porque la política salvadoreña es cosa de pocos. Una élite de pocos que terminan decidiendo por la mayoría. Generalmente son hombres que tienen resuelta su estabilidad económica, tienen poder político y/o apoyo partidario. La “aprobación o desaprobación” de esos “lores iluminados” se expresa de diversas formas.

Este mundo se mide en masculino en términos de nivel educativo de las candidatas, por ejemplo. Te miden con relación al nivel de educación que hayas cursado. No importa el contexto, nunca será suficiente. Si tienes sólo educación básica porque eres ignorante, si tienes educación superior por qué no maestría, etc. Me pregunto si utilizarán la misma vara con los hombres candidatos o si sólo es uno de los criterios “exclusivos” también para las mujeres.

Finalmente, sentí un ambiente hostil para las mujeres en la política en todos los sentidos. El acoso es constante. Nada nuevo, pero la exposición y la intensidad es permanente. Lo sorprendente para mí es cómo muchos depredadores de mujeres andan a sus anchas viviendo una constante doble moral en sus vidas. A veces el acoso viene de aquellos que suben al Facebook su mejor pose de hombre íntegro, jefe de familia y religioso, pero que en realidad son verdaderos depredadores de mujeres.

Sí, he sido acosada, como muchas candidatas a diputadas de mí partido y de otros también. La denuncia es fundamental, pero hay responsabilidad sobre los que prefieren callar por dinero o por perpetuar lealtades con el objetivo de seguir teniendo alguna cuota de poder.

Lo bueno y lo malo de esta experiencia será un parteaguas en mi vida. Más allá de los resultados electorales, mi compromiso con el fortalecimiento de la democracia salvadoreña, la transparencia y la construcción de ciudadanía igualitaria seguirá intacto desde la Asamblea Legislativa o desde donde me encuentre. Me entusiasma la idea de formar parte de una nueva generación de mujeres que incursionaron por primera vez en la política salvadoreña en un momento difícil, pero que nos permitió comprender la importancia de que haya más mujeres en los espacios de toma de decisión en este país. Esto soy y seré siempre.