Los peores enemigos de lo público han sido quienes lo han administrado. Arena lo tenía muy claro, había que disfrazar de argumentos técnicos la posibilidad de hacer el negocio del siglo a costa de lo público. Mientras vociferaban que el problema era que el Estado gastaba mucho, era ineficiente, era corrupto y que lo mejor era privatizarlo… se frotaban las manos al quedarse, unos pocos, con los ingenios, los bancos, las telecomunicaciones, las distribuidoras de energía, las pensiones. Incluso amagaron con privatizar la salud. Debilitaron intencional y descaradamente lo público.

El FMLN había criticado todo eso y ofrecieron un cambio que no llegó. Después de 10 años, sobre sus hombros tendrán que cargar con haber deslegitimizado, aún más, lo público. Siguieron viendo al Estado como una piñata, donde los dulces se los repartían entre los familiares y amigos. La palabra nepotismo se convirtió en tendencia. Nunca supieron, o nunca quisieron, hacer posible que la ciudadanía sintiera lo que es que un Estado que provee educación, salud, seguridad social, agua, energía para todas las personas, sin importar su apellido, el área donde vive, la edad que tenga o el género con el que se identifique. Pero que, además, estos bienes públicos fueran de calidad.

Me cuesta creer cómo alguien puede aceptar trabajar en la Administración Pública sin creer en ella. Me cuesta creer que alguien quiera llegar a la Administración Pública para hacerse millonario. Pero me cuesta más creer que como sociedad lo sigamos normalizando y tolerando. Quizá el mayor desafío para el nuevo Gobierno sea el de recuperar el sentido y la legitimidad de lo público frente a la ciudadanía.

No obstante, a pesar de todos embates que ha tenido lo público, debemos tener presente que prácticamente el 85% de quienes estudian lo hacen en instituciones públicas, y que ocho de cada 10 personas cuando se enferman asisten a un centro de salud público. No faltará algún “listo” que diga que el problema es de lo público y no de quienes lo han administrado. El próximo 23 de junio se celebra el día de las Naciones Unidas para la administración pública, con el objetivo de que recordemos y valoremos el importante papel que debe jugar la administración pública ―sus instituciones, trabajadores y funcionarios― en el logro del desarrollo y la consolidación de la democracia.

Porque todas las personas, de una u otra manera, hemos disfrutado de lo público que va desde las calles, los semáforos, las escuelas, los parques hasta la universidad y los hospitales. Lo público es lo que nos da sentido de vivir en sociedad, por lo que hay celebrarlo y defenderlo, como a la paz y la democracia. Por ello un enorme reconocimiento a quienes a pesar de contar con condiciones inadecuadas e inhumanas hacen su máximo esfuerzo para mejorar el bienestar de la población. Me refiero a quienes son la Administración Pública: docentes, médicos, policías, jueces, entre otros.

Si algo debemos aprender de nuestra historia es que no podemos seguir debilitando lo público. Por ello, es fundamental modernizar las instituciones públicas y profesionalizar su servicio civil. No basta con denunciar los actos de nepotismo, si no cambiamos el marco legal e institucional para que esto no vuelva a ocurrir. Qué bueno que salgan a la luz pública los casos de corrupción, pero es indispensable fortalecer la institucionalidad,―marcos legales y organizacionales para evaluar, transparentar e informar a los ciudadanos sobre el quehacer público y que este tipo de actos no vuelvan a suceder.

Qué bueno que recibimos donaciones de medicinas, pero la garantía al derecho a la salud solo se logrará si se cuenta con el financiamiento adecuado para ello. Qué bueno que se tenga claridad de que hay que cambiar el modelo neoliberal, pero eso no se hará si desmantelamos la planificación para un desarrollo en el que se complementen políticas públicas para la reducción de la desigualdad y la pobreza con metas de crecimiento económico y transformación productiva, en un marco de sostenibilidad ambiental y garantía de derechos. Qué bueno que haya una comunicación más directa con la población, pero eso no es suficiente para mejorarles sus condiciones de vida. Ojalá que quienes son parte de la Administración Pública dimensionen lo que eso implica. Ojalá que quienes ahora administran lo público no sigan siendo sus peores enemigos.