Después del anuncio del primer caso de infección por el Coronavirus en El Salvador, una nueva realidad comienza ahora también para nosotros. Nuestra idea de la normalidad, de la vida pública, de la interacción social, todo esto está siendo puesto a prueba como nunca antes. Tenemos que prepararnos para el hecho de que - como en todo el mundo - el número de infecciones aumentará y con ello las limitaciones de nuestra vida cotidiana.

El Salvador es uno de los países que se vio afectado por la pandemia del Coronavirus por último. Esto nos da la oportunidad de aprender de las experiencias de otros países y de evitar errores en la lucha contra la pandemia.

Alrededor de 83 millones de personas viven en Alemania. Actualmente tenemos más de 16.000 casos de infección, y hasta ahora 44 personas han muerto por una infección corona, la mayoría de las cuales tenían enfermedades previas. La vida económica y social se ha paralizado en gran medida y la libertad de circulación se ha restringido drásticamente en muchos lugares. A pesar de todas las precauciones, el virus continúa propagándose: actualmente hay más de 2.000 nuevos casos de infección cada día.

Entonces: ¿Hay cosas que podemos aprender de las experiencias en Alemania aquí en El Salvador? Me gustaría compartir algunos pensamientos con Ustedes, corresponden al mensaje que la canciller Merkel dirigió recientemente al pueblo alemán: La lección más importante de Alemania es que la pandemia es grave. Afecta a todos nosotros. Y requiere que todos nosotros hagamos cambios drásticos en nuestros hábitos.

En Alemania, demasiada gente creyó hasta último momento que ellos mismos eran inmunes al virus. Seguían reuniéndose con sus amigos, celebrando fiestas y viviendo sus vidas como que si nada hubiera pasado y como que si nada pudiera pasarles. Dicen o piensan: “No pasará nada. No voy a dejar que me roben mi vida normal...”. Así que el virus lo tuvo fácil.

El pánico es un mal consejero. Es cierto. Pero hace tiempo que la realidad superó al pesimismo. Los cuadros de horror pintados en la pared se volvieron verdad. No hay razón para restarle importancia a la crisis, pero toda la razón para tomarla en serio. La situación es amenazante, actuemos en concordancia. Evitemos las multitudes de personas, quedémonos en casa siempre que sea posible. Nadie es inmune. Cualquiera puede ser infectado, cualquiera puede infectar a otros. No tenemos derecho a anteponer nuestros intereses personales al bienestar de la salud de nuestros semejantes. Si no actuamos ahora, los costos serán mayores y las restricciones en nuestra vida diaria más profundas, más largas y más amplias. Esta es una gran lección de Alemania y ciertamente de otros países europeos.

Bajo una gran presión se están llevando a cabo investigaciones científicas en todo el mundo, pero todavía no hay ni una terapia, ni una vacuna contra el Coronavirus. Mientras eso sea así, sólo hay una cosa, y ese debería ser el principio rector de todas nuestras acciones: frenar la propagación del virus y así ganar tiempo para que la investigación pueda desarrollar una vacuna. Pero sobre todo, tiempo para que los que se enfermen puedan recibir el mejor cuidado posible.

Para nosotros, se trata de frenar el virus en su camino por El Salvador. Y al hacerlo, y esta sería otra lección de Alemania, tenemos que centrarnos en una cosa: disminuir la vida pública tanto como sea posible. Con razón y sentido de la proporción, porque el Estado seguirá funcionando, los suministros por supuesto seguirán asegurados y se debe preservar toda la actividad económica posible. Pero la máxima es: Todo lo que pueda poner en peligro a la gente, todo lo que pueda dañar al individuo, pero también a la comunidad, debemos reducirlo ahora. Como nos sea posible, debemos limitar el riesgo de que uno infecte al otro.

Todas las medidas del gobierno no servirán de nada si no estamos preparados para usar los medios más eficaces para evitar que el virus se extienda demasiado rápido: Y eso somos nosotros mismos. Cualquiera de nosotros puede ser afectado por el virus, cualquiera de nosotros puede ayudar. Nadie es prescindible. Depende de todos. No estamos condenados a aceptar pasivamente la propagación del virus. Tenemos una cura para ello: debemos mantener nuestra distancia por consideración al otro. El consejo de los virólogos es claro: no más apretones de manos, lavarse las manos a menudo y profundamente, guardar por lo menos a un metro y medio de distancia de la persona siguiente y, preferiblemente, apenas tener contacto con los muy ancianos, porque corren un riesgo especial. Esto es difícil, porque queremos estar cerca unos de otros, especialmente en tiempos de necesidad. Pero en este momento lo contrario es lo correcto. Y todo el mundo tiene que entenderlo: Por el momento, la distancia es la única manera de ser solidario. Es la única manera de salvar vidas.

En algún momento superaremos esta crisis. La pregunta es, ¿qué tan altos serán los sacrificios? Está en gran parte en nuestras propias manos. Mucho dependerá de cuán disciplinados sean todos los que sigan y apliquen las reglas. En este sentido, cometimos errores en Alemania y otros países europeos. Ahora podemos, decididamente, reaccionar todos juntos. Podemos aceptar las limitaciones actuales y apoyarnos mutuamente. Depende de cada uno.

Queridos Salvadoreños: ¡Cuídense y manténganse sanos!