La tragedia de Óscar Alberto Martínez y su hija Angie Valeria desnudan el horrible drama de nuestros connacionales obligados a migrar por circunstancias tan profundas como la violencia o la pobreza.

Óscar era un joven que buscaba el sueño americano cruzando a nado las feroces aguas del río Bravo, fronterizo con Estados Unidos. Se amarró a su bebecita e intentó atravesar el río, pero no pudo más. Pereció ahogado y su tragedia es símbolo de este recurrente calvario que viven millones de migrantes alrededor del mundo. Horrible.

Hace solo un par de días antes, otra salvadoreña también protagonizaba una tragedia similar. María Senaida Escobar Cerritos, de 19 años, quien viajaba ilegalmente hacia Estados Unidos para intentar reunirse con su padre, quien vive en Santa Cruz, California, murió de un balazo propinado por policías que dispararon al camión que transportaba a los indocumentados, cuando se negó a detenerse en el retén en el estado de Veracruz.

La inmigración ilegal es una colección de peligros y tragedias. Hemos escuchado miles de historias de salvadoreños y personas de otras nacionalidades que sufren lo indecible en sus travesías. Por eso la meta como nación debe ser crear oportunidades para que nuestra gente ya no se vaya y encuentre aquí seguridad y oportunidades de progreso.