El presentador, escritor y periodista estrella de CNN, ganador del premio Emmy, realizó un programa el pasado martes en el cual entrevistó a tres de los precandidatos presidenciales del Partido Demócrata, hoy amenazado por el fantasma de Bernie Sanders, quien, hasta el presente, encabeza en una no fácil explicación, las encuestas internas de su partido. No es para menos, se declara simpatizante del chavismo-madurismo, la ¿revolución? cubana, y del sistema político económico chino. Yo lo observo como un desfasado temporal de la historia; actúa y sigue pensando bajo los parámetros y expectativas de los años 50 y 60. Se quedó en la necesaria rebeldía generacional de aquel entonces, donde los movimientos sociales de masa conquistaban sueños de generosa convivencia, en medio de la bondad natural del hombre según Rousseau, la marihuana, el amor libre, la sencillez, y en hacer el amor y no la guerra. La pregunta es, por qué capta la atención de las nuevas generaciones, los millenials por ejemplo, junto a los otoñales ciudadanos que se sienten ausentes de la participación nacional.

Algo no funciona, a pesar de las astronómicas cifras económicas y los índices de la Bolsa de NY; o quizá esos índices y esas cifras pertenecen a un selecto club frecuentado por las mismas personas, que son cada vez menos. O como en palabras del poeta y héroe civil venezolano Andrés Eloy Blanco, “…He renunciado a ti como el marino que renuncia al puerto, y el buque errante ante el faro, como el ciego ante el libro abierto y niño pobre ante el juguete caro…” Y ese algo inaprensible, es lo que hace comprensible esta peligrosa reacción de una buena parte del electorado americano.

Lo cierto es que hablábamos de Anderson Cooper y su entrevista al exitoso exalcalde de Nueva York durante tres períodos consecutivos (2002-2013), empresario cuya fortuna personal se estima en unos 50 mil millones de dólares, quien hasta el 2007 había sido miembro del Partido Republicano y hoy compite por la candidatura presidencial demócrata; siendo, quizá, el único demócrata capaz de ganarle la presidencia de los Estados Unidos al actual presidente Donald Trump.

En los dos debates anteriores Bloomberg lució sobrepasado por sus contendientes, entre ellos el apreciado exvicepresidente Joe Biden, Elizabeth Warren senadora por Massachusetts, y por el senador por el estado de Vermont, Bernie Sanders. En la entrevista de CNN estuvo suelto, seguro, con datos exactos y dispuesto a continuar la contienda hasta conseguir la nominación. En un momento dado, el entrevistador le plantea a Mike Bloomberg la disyuntiva de tener que elegir entre la seguridad social y la economía. Y he aquí el problema, porque la propuesta está mal formulada. No existe contradicción entre lo social (referido a lo inclusivo y equilibrado de los beneficios de una sociedad de libre mercado) y el hecho económico. Por el contrario, la economía (asumiendo el estado de derecho democrático y, por supuesto, la economía de libre mercado) se encuentra en función del bien general, del equilibro para mantener la razón de ser de esa libertad: la producción en manos privadas, la libre competencia, y el control sobre la formación de monopolios y carteles que desnaturalizan la esencia del postulado. Es decir, para que la economía de mercado funcione en democracia, debe haber inclusión del todo social en los beneficios de esa ley de la oferta y la demanda. El Estado solo debe llegar allí donde el individuo por sí solo no puede hacerlo, es lo que se conoce como el carácter subsidiario del Estado; por ello asume la defensa de la nación, la seguridad, la sanidad, la educación, el orden legal.

Esto es más que la economía en función del hombre, es la economía en función de la libertad. De lo contrario, como sucede en China y Viet Nam, por ejemplo, el ciudadano es sacrificado en función de índices económicos y financieros, tal como pudiera sucedernos en las democracias occidentales que comienzan a dar síntomas de cansancios y desviaciones.