La reapertura económica llegó irremediablemente en medio de una baja sostenida de casos que ya lleva dos semanas. La pandemia está aún ahí y es nuestra responsabilidad mantener los cuidados preventivos para evitar contagios.

Con la reapertura podemos ver también la cruda realidad del impacto económico de la pandemia. Empresas y negocios han cerrado o reducido operaciones y empleados. El caudal de ingresos de los negocios ha caído a los peores niveles en décadas y evidentemente, también eso impacta en las finanzas públicas porque es la empresa privada la principal fuente de impuestos para el gobierno.

Es admirable cómo la población ha acatado las medidas. El 100 % de los pasajeros de las unidades de transporte público portaban mascarillas y en la medida de lo posible, mantenían distanciamiento social. Y no solo es porque la Policía Nacional Civil ha cumplido eficientemente su papel supervisor sino también porque hay una conciencia de cuidarse y cuidar a los demás.

También es digno de elogios el comportamiento de las empresas y negocios que pese a sus pérdidas, han invertido en mantener las medidas de prevención para sus empleados y clientes. Ninguna empresa quiere ver a sus empleados y clientes enfermos.

Es importante asumir la reapertura con la máxima responsabilidad posible, como ha exhortado el arzobispo capitalino. El comportamiento ciudadano está logrando bajar la curva de la pandemia, sigamos por ese camino.