América Latina ha vivido sus dos siglos de historia entre oscilaciones políticas permanentes. En el siglo XIX prevalecían las disputas entre liberales y conservadores, de las que quedan remanentes en algunos países de la región. A partir de la segunda mitad del siglo XX, las disputas fueron entre aquellos que veían el comunismo como salvación y los que propugnaban por la democracia, en medio de ellos aparecieron las dictaduras militares y las guerrillas izquierdistas que tanto daño causaron en la región.

Mucho de eso prevalece hoy a dos décadas de iniciado el siglo XXI y lo vimos el fin de semana pasado en las elecciones de dos países sudamericanos: Ecuador y Perú.

Los ecuatorianos derrotaron en segunda vuelta a la corriente del Socialismo del siglo XXI de Rafael Correa y le dieron el triunfo al candidato derechista, Guillermo Llaso. Mientras que los peruanos, en medio de casi una veintena de candidatos presidenciales, escogieron una segunda vuelta bastante complicada.

En segunda vuelta se enfrentarán el sindicalista de izquierdas, afín al chavismo venezolano, Pedro Castillo y Keiko Fujimori, la hija del expresidente Alberto Fujimori que aunque se le reconoce el resurgimiento económico peruano, terminó envuelto en una vorágine de corrupción, violaciones de derechos humanos y persecución a sus rivales políticos. De manera que el dilema de los peruanos está muy complicado.

Definitivamente Castillo sería un salto al vacío para los peruanos, pero Keiko Fujimori no es garantía para la democracia del país sudamericano. Son dos extremos difíciles de sortear y con consecuencias visibles para esa nación.