El empuje de un país son sus mujeres, la fuerza y productividad son sus jóvenes, la sabiduría son sus adultos mayores y la visión está representada por sus ancianos, pero sin importar en qué estrato social se encuentren. Todos forman parte importante en la cadena de producción de riqueza, sin embargo, hay dos sectores que han sido olvidados por décadas y han provocado un desbalance en formación de valores de las nuevas generaciones: El primer sector son las mujeres, en especial las madres solteras que no encuentran oportunidades para sacar a sus hijos adelante. El otro sector olvidado son los niños y jóvenes, y es ahí donde las pandillas han encontrado el caldo de cultivo.

Pero ¿cómo le explicamos a las jovencitas que eviten tener hijos, si no tienen como mantenerlos? ¿cómo le enseñamos a un joven que un hijo es una gran responsabilidad? No tengo dudas que siempre hay cambios de generación en generación, pero cuando los saltos son abismales, se pierde la mística de la enseñanza en valores y da como resultado una sociedad anárquica, sin respeto a los símbolos patrios, a los docentes y a la familia. Es decir, una generación que circula con un pensamiento ecléctico, donde la formación espiritual y de valores la adquiere de las diferentes fuentes de internet, o sea una generación esclavizada a la droga de las redes sociales.

Ciertamente, educar a un niño o niña es la tarea más difícil que hay en el planeta. El Rey Salomón dio el siguiente consejo: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. (Proverbios 22:6). La tarea de instruir es la que se ha dejado a un lado por las múltiples actividades que tienen hoy en día los padres, lo cual ha traído como resultados que los niños de los barrios pobres sean instruidos por las pandillas, en el arte de postear, cobrar renta, amenazar y asesinar.Incluso algunos padres se han vuelto complacientes porque viven de la renta que cobran sus hijos, sin dimensionar que ese dinero es producto del sacrificio y sudor de otros salvadoreños.

Por otra parte, hay niños que son más afortunados, ya que tuvieron la dicha de nacer en hogares donde no tienen mayores carencias económicas, sin embargo, ocurre exactamente lo mismo, no son instruidos por sus padres, porque nunca tienen tiempo, sino que son instruidas por la persona menos indicada o en su caso por el entorno como la televisión y el internet, es decir niños que no tienen mayores restricciones ni un fundamento claro de lo que es bueno o es malo, por ello crecen creyendo que el mundo les debe su existencia, y en algunos casos no tienen límites en sus decisiones, considerando como normal emborracharse o endrogarse.

De manera que ser padre o madre es el regalo más extraordinario que Dios otorga a la humanidad y a la vez la mayor responsabilidad de cuidar, educar, e instruir a sus hijos, pero esa tarea se echa a perder por los afanes de la vida o por poner las prioridades en asuntos diferentes a la familia.

Cuando un padre de familia que es empleado tenga claro que, al morir, sus jefes lo reemplazarán con facilidad, quizás así cambiaría el orden de las prioridades y comenzaría a dedicar más tiempo a la familia, pero es lamentable que algunos padres no reflexionan hasta que es muy tarde.

En suma, la responsabilidad de ser un padre de familia, es grande ya que no solo abarca el tema de la manutención de los hijos o darles lo que necesitan, sino que implica dedicarles un tiempo valioso en el cual el hijo se recree en los juegos de su preferencia, más allá de lo que le guste al padre, así mismo para que el hijo o hija crezca con seguridad es fundamental darle amor y afecto, de modo que instruir no solo es darle un consejo o corregir al hijo cuando se equivoca, sino estar ahí en cada etapa de su crecimiento, para que cuando ese niño se haga un hombre, no solo tenga la robustez para enfrentar la vida con solvencia moral, sino que sea un ciudadano de bien.