Una cosa es ver a lo lejos la pandemia y sus fatalidades, y otra empezar a darse cuenta de que las muertes rondan en nuestro contorno intimo y cercano. Últimamente estoy medio depre llorona, porque tengo miedo, porque ahora los muertos tienen nombre y apellido, me escribió un familiar recientemente. En mi chat con mis colegas médicos de la promoción del 86 de la universidad nacional, día a día, se comunica del estado grave o muerte de algún colega médico. Y pienso, no me extraña, lo que antes se percibía lejano, ahora lo percibimos aquí, con nosotros.

Las epidemias anteriores, con excepción del ZIKA, nunca nos tocaron tan de cerca. Se mostraban lejanas, en tierras y culturas extrañas. Sera porque esa gente, es cochina y desordenada, pensaba uno que otro. Esta vez, nos tocan el corazón y no sabemos qué hacer. Nuestro país ha pasado, de 6 casos diarios en el periodo de marzo 18 a abril 20, a mas de 250 casos diarios en los últimos cinco días. El mundo ha pasado de un promedio de 393 muertes diarias durante el periodo de marzo 15 al 21, hasta un promedio diario de 4,505 muertes diarias durante el periodo de 23-29 de junio. Y con el epicentro de la pandemia en nuestro continente americano, la circulación del virus se acelera en la Centroamérica nuestra.

Hay miedo y angustia en nuestra gente. Y mucha frustración por la presunta paralización de actividades por la incansable batalla entre los políticos de este país, que parecen no entender la gravedad del asunto. Confinar o no-confinar, o confinar por zonas. Y seguimos con las dicotomías, permanente afloro de ideas y opiniones. Que hay que escuchar a los profesionales, dicen algunos, pero que esos profesionales justifiquen con evidencia, los verdaderos fines que persigo, dice el político, que lo que verdaderamente quiero es publicidad para mi próxima campaña, y poder asegurar mi sustento de vida, y de toda mi vida.

Y mientras la discusión se hace eterna, los casos y muertos se amontonan. De 6 a mas de 250 diarios en menos de 4 meses. Fíjate que mi hijo, se vino de su trabajo con temperatura y dolor de cuerpo, yo le di ibuprofeno, antigripales, loratadina. Al día siguiente en la noche estaban con temperatura mi nieta de 9 años y mi nieto de 17. La niña con dolor de garganta nada más, y mi nieto con dolor de cuerpo, dolor de garganta, congestionado, dolor de ojos. Al día siguiente yo con temperatura y dolor de cuerpo, y desde hace dos días, mi mama de 89 años ya tiene temperatura. Dicen que las pruebas solo son para los trabajadores de salud. Otro familiar, me escribía el día de ayer.

El virus, entra en casa, por donde menos se espera, y con la efectiva rapidez de un rayo, se desplaza como una ola perfecta, englobando a su paso todo el que se encuentre a menos de dos metros de distancia. Una terrorífica, pero fascinante máquina de destrucción, creada por la implacable naturaleza, que reclama del hombre, su trono y poder. Pero es que todavía parece que nos lo creemos, que este planeta nos pertenece, que podemos seguir tirando nuestra basura en nuestras playas y montañas, que importa, si aquí no es mi casa.

Y así, seguimos sin entender, que la primera defensa contra el virus, somos nosotros, nuestro comportamiento; que el núcleo familiar son los que viven bajo el mismo techo y nadie más; que el novio de la niña se tiene que ausentar, y que las fiestas, esas benditas fiestas, pues que tendrán que esperar. Y mientras tanto, sigamos discutiendo: confinar o no-confinar y nuestros muertos ya tienen cara. Y el virus, nos observa, y con asombro piensa: si es una pandemia, ¡estúpidos!