El deterioro de los valores en la sociedad salvadoreña, nos ha llevado a niveles insostenibles de inseguridad, donde imperan la extorsión, el asesinato, las amenazas y el narcomenudeo, y cada día un padre o una madre salvadoreña lloran la desaparición de un hijo; está claro que no podemos continuar circulando por la indiferencia y la insensibilidad, donde se ve como normal, todos estos males que ahora tienen paralizada la economía, y los sueños de los niños y la juventud salvadoreña.

De modo que para coser esos tejidos sociales que se han debilitado, es necesario volver a creer en los niños y niñas, y apostarle fuertemente a la educación desde la primera infancia, así como lo han hecho por décadas las padillas que trabajan a los niños a temprana edad, instruyéndoles en el arte de cuidar postes, asesinar, extorsionar y amenazar; donde les enseñan que el único poder que existe es la bala que sale de una pistola. De tal suerte que cambiar ese modelo mental que se ha implantado en nuestros niños, nos llevará tiempo y mucho dinero para salir de esos niveles de maldad que hoy dirige a una gran parte de la juventud.

Pero es evidente que no se podrá combatir a la violencia pandilleril, como llaneros solitarios, se requiera de la intervención de toda la sociedad, especialmente la ayuda de la empresa privada y de las iglesias, dado que estas últimas llevan el estandarte en la lucha contra la violencia y conocen de primera mano, cómo se mueven las pandillas y como reclutan y obligan a los niños a delinquir. En esa misma línea, se requerirá de una verdadera voluntad política para la prevención y la represión de la violencia, acá engloba el esfuerzo que ha comenzado a hacer la presidencia de la República, más el apoyo del resto de fuerzas políticas.

Así que para poder tener una sociedad con valores y con niveles de violencia controlados, es fundamental que se haga una reforma educativa que le apueste al único capital que puede devolver un retorno al país, me refiero al “capital humano”.

En ese sentido, propongo que se modifique la currícula educativa del Ministerio de Educación en tres grandes áreas: la primera, enfocada en actualizar, tecnificar y capacitar a los docentes, (y los que no quieran entrar a esta nueva modalidad, que se retiren), todo ello con el objetivo que los docentes exploren necesidades en el aula, motiven a los alumnos, descubran talento y exploten al máximo las habilidades de los niños.

Y que cada docente comprenda que existen inteligencias múltiples y, por lo tanto, no todos los niños aprenden igual, dado que se tiene la creencia que las personas inteligentes son aquellas que siempre obtienen una buena calificación. Sin embargo, una calificación excelente, solo prueba que el niño tiene memoria y repetición, mas no prueba objetivamente un aprendizaje comprensivo. En consecuencia, las inteligencias múltiples abren el panorama, en la forma de la enseñanza y el aprendizaje, ya que la comprensión no es universal ni la resolución de problemas y no existe un método único de enseñanza.

La segunda área, es construir una currícula educativa, donde se incline en la enseñanza con valores, y que se elimine de la currícula educativa la enseñanza con ideología de género, que desde ya está trastornando las mentes de los niños y que es evidente la violación a principios de rango constitucional, y que contravienen el Estado laico. De modo que, si sentamos las bases como país, en trabajar en la primera infancia, reforzando los valores y potenciando al talento de cada niño y niña, tendremos en el futuro una juventud diferente.

La tercera área, es construir escuelas modelos, que tengan un alto nivel educativo, con laboratorios experimentales y talleres vocacionales, para que los niños aprendan haciendo, y salir de la escuela monótona y aburrida. La idea es que los niños, a través de la praxis, resuelvan problemas y construyan soluciones a partir de la evidencia empírica, tal como lo presenta el modelo educativo finlandés.

“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:11).