Nuestra América está muy lejos de ser un continente anquilosado: es vital, efervescente, en constante cambio, por momentos puede marcar retrocesos y al instante cobrar un nuevo impulso, determinado por la energía social desencadenada por graves problemas estructurales. Cada vez hay más amplios contingentes humanos con mayor información y conciencia, que de manera incontenible anhelan el progreso en condiciones de vida dignas, de paz y en hábitats seguros y sustentables.

Este fenómeno relacionado a la capacidad de transformación social, a partir de la vitalidad de la sociedad, es muy parecido al movimiento de los mares desde el influjo de la presión del cuerpo celeste lunar y la generación de mareas. A estos cambios y eventuales avances y retrocesos políticos-sociales que inciden en la elección de gobiernos les llaman “movimientos pendulares”; calificando de esta manera la dirección de giros políticos e ideológicos y determinación de alineamientos que asumen los gobiernos de turno en la región.

Es así como en los últimos años, a raíz de los resultados electorales con tendencia conservadora, arribaron al poder figuras de derecha como Trump en EE.UU., Bolsonaro en Brasil, Kuczynski en Perú, Piñera en Chile, Macri en Argentina, Bukele en El Salvador y Alejandro Giammattei recién electo en Guatemala. El arribo de gobiernos de corte conservador en América, hacía parecer que el péndulo se movía hacia la derecha en el continente.

Sin embargo, el análisis no puede ser mecanicista, no podemos determinar la velocidad y tiempo del desplazamiento pendular; como tampoco podemos asegurar cuantos péndulos se mueven de manera simultánea, en paralelo y en direcciones opuestas. De esta manera, pueden explicarse el sexenio en México del presidente López Obrador o los visos progresistas asumidos por el gobierno de Laurentino Cortizo del PRD en Panamá; la contundente victoria del peronista Alberto Fernández en Argentina, que marcó una estrepitosa caída del emblemático símbolo del alineamiento conservador: Mauricio Macri; el resultado favorable del presidente Evo Morales en Bolivia; así como la fuerte derrota recientemente sufrida por el uribismo ultraconservador en Colombia, a manos de Claudia López en Bogotá y en las principales ciudades colombianas.

Es importante agregar al análisis el significado del movimiento pendular mostrado en la enorme capacidad de resistencia de sendos proyectos políticos y sociales que permanecen firmes con suficiente respaldo social –que se sigue incluso expresando en la asistencia en las urnas- a los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela; más allá de bloqueos, cercos políticos, asedio mediático y diferencias propias de cada país.

El péndulo social en América se ha puesto nuevamente en movimiento, reactivado por una enorme acumulación de frustraciones y pérdida de esperanzas, producidas por un modelo económico neoliberal, incapaz de resolver las necesidades que demandan sociedades con mayores expectativas de progreso.

América enfrenta una compleja mezcla reivindicativa que incluye la demanda de empleo digno y debidamente remunerado en poblaciones que poco a poco han elevado su nivel de escolaridad, formación técnica y mayor conocimiento de su entorno, bajo el legítimo objetivo de cubrir sus necesidades de progreso integral. Estas sociedades a la vez poseen mayores expectativas de consumo, vertiginosamente estimulado por la expansión del internet, que abonan al incremento de una canasta básica con mayores requerimientos y que residen en urbes cada vez más densamente pobladas, en las que los recursos naturales se agotan de manera estrepitosa.

Paralelo a esta realidad, las élites económicas cada vez concentran mayores recursos naturales y riqueza. Esta explosiva mezcla de acumulación indebida por pocos y frustración de muchos, ha generado sendas movilizaciones en Ecuador o severos procesos que han conducido a la desestabilización política de Perú. La más reciente, las multitudinarias movilizaciones en Chile que otrora fuera matriz ejemplar de los organismos financieros internacionales que utilizaron ese laboratorio para implantar y promover sus fórmulas neoliberales, y que hoy no tienen respuesta a la debacle.

En nuestro país, los primeros cinco meses de gestión definen acciones, posturas políticas y alianzas nacionales e internacionales que ubican con claridad al gobierno del presidente Bukele en el bando conservador de derechas, en el péndulo que le corresponde. La oposición política partidaria, a quienes les corresponde de manera natural el ejercicio del control sobre el gobierno, deben asumir, más allá de izquierdas o derechas, el rol que el sistema político les requiera como contrapeso necesario para evitar el absolutismo y la embriaguez del poder.