En Estados Unidos han surgido en los últimos días una serie de denuncias sobre maltratos sin precedentes en los centros de detención de migrantes cuyas víctimas generalmente son latinoamericanos.

Una de las denuncias más alarmantes es que en una prisión privada para migrantes se registró un elevado número de histerectomías, es decir, esterilizaciones o extracciones de útero, sin consentimiento de las mujeres migrantes.

La denuncia sobre las extracciones de útero nació después de que la enfermera Dawn Wooten filtrara información sobre las prácticas sanitarias en la prisión migratoria de Irwin, en el estado de Georgia. Wooten dio cuenta de su preocupación por la alta tasa de mujeres que fueron sometidas a histerectomías, afirmando que si bien a veces este procedimiento está indicado, “no puede ser que los úteros de todo el mundo estén mal”.

Además, ayer se conocía también que este año ha sido el más mortal para inmigrantes bajo custodia de la Migración estadounidense en los últimos 15 años, a causa del coronavirus y de suicidios. Esto abre cuestionamientos sobre el cuidado de la salud física y mental, así como la dignidad de los migrantes encarcelados.

Entre los muertos hay al menos un salvadoreño.

El giro profundamente antiinmigrante de la administración Trump parece permitirse hechos gravísimos como estos, sin que haya voluntad de corregir una cruda realidad para personas que buscaban solo una mejor vida en aquel país.